miércoles, 1 de julio de 2009

Poemas de Carlos de Rokha


PAVANA A LA DURMIENTE

Si pudiera llevar la noche a los lívidos espejos de tus uñas, sé que ya habría nacido el misterio. Si te fuera dado revelármelo, sé que tendría para mí una espléndida dicha. Pero sobre la noche que refleja extraños cisnes en tu cuello y sobre el alba que los borra (como surgiendo de un camafeo delicadamente conservado) estás tú, que eres la abolición del tiempo, porque a tus pies yacen las sombras del abismo, y tu cabeza, coronada de centelleantes resplandores, es la anunciación y el trofeo.
¡El enigma, la realidad! A tu solo paso, adorable jardinera del deseo que siembras toda magia: en su propia levedad se desvanecen y huyen hasta la total extinción.
¿Sientes cómo, en cambio, vuelven los turbadores, los extraviantes perfumes que se agitan en las umbelas del silencio? ¿No son ellos los prometedores de un embriagador e insospechado ocaso, de una inesperada redención? Ellos nos dicen que ha llegado la iniciadora en las ordalías, la que devora cabelleras-pájaros sobre refulgentes fogatas encendidas por los vagabundos.
Te digo que te silencies porque la hija anhelada, la sobrecogedora medianoche baila y se embriaga en nuestros rostros donde sólo palpitaría el crimen y el odio, que es la más total forma del amor.
Cuando tus ojos revelan la ansiada señal sobre ellos se ha replegado el misterio. Si se abren es la aurora boreal, si se cierran es que te han envuelto las emanaciones misteriosas que brotan del loto azul, talismán cegador llameando en tu frente orlada por la inocencia de los corsarios y la danza de un niño sobre la copa de roja espuma que veo alzarse en tus manos.
La graciosa sacerdotisa del ensueño se sonríe en tus labios (apenas entreabiertos para el cántico del seductor ritual que ofrecen) y entre tus dedos, a medida que de ellos cae la dorada arena y apaga las lámparas, tiembla el ramo de lilas aún húmedas que te traje esta mañana del mercado.



A LA LLEGADA DE LAS HORDAS

Mi gran furor que os dará la medida de mi cólera.

En fuga al centro de mí y hacia mi ser en lo profético desencadenado.

Mi pasión por la noche, mi clarividencia.

De poseso coronado por Orfeo y la Bella.

Me hacen más libre, y a la vez, más dichoso y más múltiple.

Que vosotros que todo lo tenéis.

Que vosotros oh corsarios blancos.

Oh, hijos de un cielo que habéis adquirido al menor precio.

A quienes nunca he visto jugarse una última carta.

Como quien juega su cabellera a las aguas envenenadas.

En el supremo juego donde el que pierde es el gran victorioso.

¿No os espanta mi lengua de animal solitario?

¿O no es a vosotros a quienes ciega

mi ojo centelleante como un vasto océano?

Temedme. Alejaos de mí.

Soy el monstruo sagrado, el asesino celestial y benigno.

Aquel que jamás tuvo nada, pero aún así

Su inaudita riqueza sobrepasa a la vuestra.

Porque yo hice mío lo desconocido.

Yo he tocado los límites del infinito.

Y, por último, sabedlo!

Vosotros, que alardeáis de santidad y pureza.

Nunca estaréis tan cerca de Dios como yo.

Que soy la otra cara de El.

Que soy la eternidad que revive en un hombre.

Que soy una edad desconocida.

Avanzando de himno en himno, de conjuro en conjuro.

Hacia el centro de mi corazón.

Hacia los mundos puros, los mundos malditos, los mundos negados.

Donde he llegado a ser

Un titán bronceado por los sueños

Y que marcha, sí, que marcha.

Abrazado a su abismo como a un postrer anhelo.



JULIETA O LA CLAVE DE LOS SUEÑOS


Una mujer de champagne me llama desde un sueño

Donde ella con sus ojos me pervierte

Deliciosa es fascinante

Adorable envenenada

Sobre la boca una mancha más negra

Ese gesto que marca sus pasos

De bella condenada a las habitaciones

El Océano en sus manos renueva sus espejos

La vida que yo amo es ésta entre sus brazos




CASCADA DE COPA



Escribid mi nombre en el libro de la noche

Donde yo anuncio la venida de un océano más negro

A la caída de los pájaros que han perdido sus alas

Sobre los follajes en que sangra el sol

Es preciso saber sonreír a cualquier precio

Ser el paseante de un bosque de árboles negros y blancos.

Las araucarias puede servirnos de puentes levadizos

O de lo contrario todo estaría perdido

Al borde de un espejo sin fondo

Donde un gran pájaro de nieve imita las cascadas

Decidme

Dónde hay una reina que devore el corazón del prisionero

Decidme

Cuántos ángeles pueden nadar en una gota de agua





LAS DEGOLLABLES


Bellas a un aire de nadar

Se desnudan visten ropajes propios

Y sobre sus cuerpos presumen la clave

Del encanto de las chacales

Del tigre de la ronda

Mejor vestidas que jamás errantes sanguinarias

Aquí están consumiendo varillas de leche

Sorteando sus partes de azar

Entregan sus peinados a la silla maldita

Las chacales tatuadas con armiño

Son éstas panteras del orgullo henchidas de virtud

Con un cuerpo por roja rosa de la ronda

Evaporada sobre sus bocas todas semejantes

A la risa de la boa que encantan

Más puras están ebrias fascinadas envenenadas

Lobas obsesivas en el tratado de sus detalles mágicos

Liberáis por avaricia los enigmas favorables

Vuestros cuellos semejantes al hastío de las cascadas

Vuestros cuerpos semejantes a la pereza

Libres ya de ligaduras crean un pacto de dicha

Así con marcas de amor las adorables de las horcas

Viven de un cielo prestado a la ciudad perdida

Y como arrogantes vestiduras en los más crueles paisajes
Los pájaros son su ropaje de Medusas

Cantan a la llegada sobre la costa de granito
Sueñan cuándo vendrá el gran día

Hollad las rocas bellas gavilanes




JEAN ARTHUR RIMBAUD O LA SUITE NEGRA


El, que jamás ha osado poner precio a sus sueños,

Vio a los centinelas escupir los más espléndidos tapices

A ellos, los mismos que un día negaron las uvas del delirio.

El Festín de las Gracias lo había maldecido.

Bebía un licor extraído de todos los pantanos.

Donde la más bella aventura se perdía en sus propios misterio.

Mientras los aldeanos le veían salir de Les Ardens.

¡A dónde iba cuando en los graneros ardían los mitos del silencio?

¿Hacía qué radas de desventura en qué oscuros caballos de espuma lloraba a orillas del mar?
Ángel por demonio su ensueño se ha saciado.

Con los heliotropos mea las estrellas

Cuando las Furias le soplaban las orejas

Y su cabeza de fauno ardía por las hidras

Por el ángel que afeitan vive siempre sentado

Prófugo de sí mismo quienes le adoraban eran los malditos

Los que pedían sus visiones a un Leviatán de los paraísos infernales.

Ellos han besado sus manos igualmente lamidas por larvas en desorden.

Ellos amaban al infante prodigioso.

Alquimista de vocales hechicero castigado despierta.

Rompe las llaves mágicas que guardaban su clave

Y contra toda piedad arroja el mismo hastío.



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