domingo, 19 de julio de 2009

PABLO DE ROKHA: GENIO DE LA POESÍA CHILENA


PABLO DE ROKHA: GENIO DE LA POESÍA CHILENA

por José G. Martínez Fernández.


¿Conoce usted a Carlos Díaz Loyola?

He allí al mismo Pablo de Rokha “seudonomizado”…el genio, el poeta grande de Chile, el maestro de tantos…de buenos y de malos poetas, tal como sucedió con los “hijos” del ilustre parralino, el gran Neruda, que ha tenido una camada de defensores a ultranza. Buenos y malos defensores…

Hablar de Pablo de Rokha –obviando parte de su horrible poesía política- es hablar de la poesía hecha lava de volcán, atropello a la convicción generalizada de que la poesía no puede ser una violenta expresión, una bomba, contra la escritura corriente, abrumada, imbecilidad de lo siempre dicho y no cambiado.

De Rokha hizo de su poesía intimista y parte de su creación universalista y también parte mínima de su poética política, un cúmulo de espacios llenos de belleza, entendida ésta como aquel hito de inteligencia y de talento que todo buen poeta ha de crear…

¡Y qué grande era (y es) la poesía de Pablo de Rokha!

Hundido por las circunstancias banales de gobernantes, autoridades y críticos muy dependientes del formalismo del Sistema, le fue difícil al grande bardo ocupar el espacio que hoy le asignamos…

Sólo el gobernante Juan Antonio Ríos dio a Pablo de Rokha lo que era del poeta. Le concedió un viaje largo por esta América de luz, sangre y dolor…

Fue Ríos el único visionario…El ÚNICO de los presidentes contemporáneos de Pablo de Rokha…que entendió la grandeza del poeta.

En el campo de los entendidos y creadores literarios chilenos tuvo algunos defensores: Juan de Luigi, Mario Ferrero, Carlos Droguett, Luis Sánchez Latorre y otros pocos.

Chile…¿Cómo pudo Chile obviar la presencia de este genio? ¿Cómo pudo ocultársele a todo el país de O’Higgins la presencia del poeta grande?

Sabemos o podemos suponer donde están aquellos que quisieron apagar tan alta voz, tal talento, tan alta lucidez…pero no vale la pena citarlos: están cubiertos de polvo de cementerio.

Pablo de Rokha es el Ave Fénix de Chile, de la poesía de Chile: Viene desde un hoyo profundo a hacerse presente en las alturas a que asisten los elegidos de los dioses…

Hoy su poesía está siendo reconocida, soñada, admirada…Hoy Pablo de Rokha está ubicándose en el lugar que ha mucho merecía.

Entra a la historia grande de la poesía. Aplaude desde el limbo León Felipe y muchos poetas más.

Esta es una crónica nacida del sentimiento y la verdad más que del estudio sesudo y el de la Academia.

Salud don Pablo. Salud don Pablo de Rokha.




viernes, 17 de julio de 2009

Tercetos Dantescos a Casiano Basualto


Tercetos Dantescos a Casiano Basualto
de Pablo de Rokha


(Dedicado a Pablo Neruda)

Gallipavo senil y cogotero
de una poesía sucia, de macacos,
tienes la panza hinchada de dinero.

Defeca en el portal de los maracos,
tu egolatría de imbécil famoso
tal como en el chiquero los verracos.

Legas a ser hediondo de baboso,
y los tontos te llaman: ¡«gran podeta»!
en las alcobas de lo tenebroso.

Si fueras un andrajo de opereta,
y únicamente un pajarón flautista,
¡sólo un par depatadas en la jeta!...

Pero tu índole sadomasoquista,
un tiburón de las cloacas suma
a la carroña del oportunista.

Y si eres infantil como la espuma,
eres absurdo Cacaseno oscuro,
si el escribir con menstruación te abruma.

Granburgués, te arrodillas junto al muro
del panteón de la Academia Sueca,
a mendigar... ¡dual amoral impuro!

Y emerge el delincuente hacia la pleca
de la carátula facinerosa,
que exhibe al sol la criadilla seca.

Astuto, ruin, tarado, voz gangosa,
saqueas a la U.R.S.S, envilecido,
con la tremenda mano estropajosa.

Flojo arribista, tonto y bien comido,
dijiste de este norme pueblo ardiente:
«Chile, país de cafres», ¡gran bandido!

Eres la negra cabeza de puente
de la horrorosa corrupción burguesa
en el filo-marxismo decadente.

Avido como pájaro de presa,
refleja tu persona a un mar de idiotas,
y es su retrato, en ti, lo que interesa.

Por eso no caminas, y rebotas
contra la parte más noble y sufriente
de tu partido, y te ladran las botas.

¡Tú, el discriminador impenitente,
burócrata y plutócrata racista
que insulta a herida, a eterna, a heroica gente!...

Es que tienes costumbres de alquimista
de fiambrería, y es que estás vendido,
todo, al gran criminal imperialista.

Es que tienes costumbres de alquimista
de fiambrería, y es que estás vendido,
todo, al gran criminal imperialista.

La baba oscura del hampón, hundido
en la maldad oblicua del plagiario,
te chorrea del corazón podrido.

Y las pelotas del «estravagario»,
juegan al campeonato del canalla
en el gran orinal «crepusculario».

Eres el «jefe» de una tal morralla,
tan desleal como todo cobarde,
y mereces escupos, no metralla.

Calumniador e infamador, tu alarde
de apropiarte de un muerto es de demente,
que se ahoga en los mares de la tarde.

Abominando del hombre valiente,
echas en cara la desgracia humana,
y, al insultar, muestras la bestia ingente.

¡Es tan abyecta tu actitud marrana
y es tan de amoral tu ejecutoria...
¡debiste ser hijo de puto y rana!...

Chillas por eso pidiendo euforia
necio-anormal de «un puntapié en el culo»,
y el ser pro-imperialista es tu victoria.

Tu condición de Judas y de Chulo,
corrompe con dinero mal habido,
y a quien explotas, lo declaras nulo.

Tu verso inmoral se ha «enriquecido»
de un mil de pederastas de prontuario:
cantas por paga, en tu rabel transido.

Estafándola, alzando su calvario,
a aquella fiel humilde «hormiguita»,
formas la roña del prostibulario.

Por tu gran colección hermafrodita
sin que falte una loca Concha sola,
la Reacción mundial te felicita.

la miendo por debajo de la cola
al ladrón del Viet Nam, al asesino,
eres el héroe de la coca-cola.

Gran comensal del Wall Street ladino
miras a Cuba como los «gusanos»,
y su martirio te importa un comino.

Tu comunismo es farsa de Casi Anos
emputacidos y escandalosos,
que vende, como reses, sus hermanos.

Ceñido de mugrientos y roñosos,
tinterillo de latifundistas,
yo te comparo a los perros tiñosos.

Defiendes, pisoteando comunistas,
a los patrones contra los peones,
y los dueños de fundo son tus pistas.

Ladroneando, eres tú flor de bribones,
y como vives de seres dudosos,
auspicias guardaespaldas maricones.

Insultador de héroes grandiosos,
como Mao Tse-tung y su Partido,
entregas sangre ajena alos golosos.

Tu «pedosita» es pacotilla, herido
de vanidad añeja de ramera,
«gozas» de «fama», pero estás vencido.

A la siniestra mafia aventurera
de la chacota en la literatura
tu camarilla le dio pedorrera.

¡Oh! mixtificador, tu sinecura
de atorrante político, «escruchante»
poético, es un tarro de basura.

Engañas a «las musas», y el cantante
de prostíbulo que hay en tus muletas,
en las ideas es un comerciante.

Sodomitas, rufianes, proxenetas,
pacotilleros y filibusteros,
te corretean entre cuchufletas.

Bohemio y metafísico, en usleros
de material confuso estás sentado,
como en grandes divanes de braseros.

De «Derecha» y de «Izquierda» te has timbrado
y oscilas de entre alones y loyolas,
manoseando para lado y lado.

Como te arrastran las sesenta bolas
de las antologías criminales,
te balanceas en las carambolas.

Un rebizno mundial de homosexuales,
monta la máquina cosmopolita
de tus negocios internacionales.

Y hasta el cura pronazi aranedita
llorando se arremanga las polleras
en honor de tu gran guata «bendita».

Yegua de arreo, riega las praderas
de la bohemia tu meada de piojo
funeral, corroído de goteras.

Los de Hernanes, el negro y el rojo,
son los sucios eunucos amarillos
de tu harem: Cardenal y Matapiojo.

Ellos te chupan de los calzoncillos
la bazofia, con lengua de lacayos:
pían sin pico, aunque son pajarillos.

Tal como dos esclavos, dos cipayos
enmascarados en su podredumbre,
sirvientes del verdugo y papagayos.

Los «capos» de la antigua servidumbre
te abandonaron por ingrato e inmundo
como a un cuchillo mordido de herrumbe.

Hoy por hoy, solo, en el hoyo del mundo
chillas y gritas, espantosamente,
lo mismo que un zapato moribundo.

Y aunque manchas tu patria, impunemente,
contrbandeando éxito por mérito,
te escupe un gran gargajo frente a frente.

Vendido a Norteamérica, el pretérito
de tus engaños al proletariado,
da vuelta la chaqueta al benemérito.

Traidor y desertor calificado,
te burlaste de los trabajadores
yendo de negociado en negociado.

Tu frenesí es corruptor de menores
intelectuales, «regolucionario»
a lo Mansilla, «Rey» de embaucadores.

«La araña negra» y «el patibulario»
te llamó Juan de Luigi, al cual echabas
en cara la ceguera... ¡oh!, mal corsario.

Telarañoso y mercantil, alabas
lo que negaste, como equilibrista,
y al Premio Nobel lo llenas de babas.

De país en país, gran arribista,
tu gonorrea literaria has ido
vendiendo como egregio pendolista.

Tu «reconciliación» de forajido
con el imperialismo, es lo más lógico:
se van de corrompido a corrompido.

Como un bruto o eunuco patológico
estás sobre las clases defecando
y a tu estiércol lo estimas antológico.

Un viejo perro muerto anda aullando
en tus quejidos de gran roña ahita
y, al vomitar, te vas desintegrando...

Toda tu obra mal robada, imita:
«Macchu-Picchu» es Ramponi, el argentino,
a quien plagiaste su «Piedra Infinita».

Tagore, Baudelaire, Vallejo, (vino
y mito), te encubren, y te aterra
haber transado tu alma de cochino.

El fosil colonial de Inglaterra
entre biblias y whiskyes y serpientes
engendró «Residencia en la Tierra».

Si hablando a gentes proletarias, mientes,
mientes cantando y llorando y, mintiendo,
mientes a delincuentes y a inocentes.

Como lo heroico no lo estás viviendo,
tú frenas la potencia de las masas
con tu veneno «poético» horrendo.

Por tus siete maletas, sobrepasas
el equipaje multimillonario,
cuando el botín repleta tus tres casas.

A alguna menopáusica de acuario,
«tu Farewell» ¡de Blomberg!, le produjo
alteraciones en su calendario.

Sabat Ercasty te dejó con pujo
sangriento, y «El Hondero Entusiasta»,
es la baraja y el moco del brujo.

Siendo un feto, te das de iconoclasta,
y a mí me has estafado desde el nombre
a esta línea de fuego, que te aplasta.

No eres un hombre pobre un pobre hombre
condecorado como a un espía
del anticomunismo, cobre a cobre.

«Punta de lanza» de la porquería
capitalista, porque no batallas,
en la agonía de la burguesía.

Ni Trujillo agregó a tantas medallas
tanta asquerosa maldad engañosa,
y «Chapitas» fue ejemplo de canallas.

El gran oficialismo es tu ruidosa
pantalla, adulas a cualquier Gobierno
y le cambias por plata, verso o prosa.

«Gran mal poeta», (engendro del infierno),
te llamó Juan Ramón en «Españoles
de Tres Mundos», Caín de mas de un cuerno.

¡Y tú, coleccionando caracoles
o mascarones en que te defines!...
«Radio La Habana» baleó tus controles...

Entre los más rosados querubines,
te «canonizarán» de comunista
con la trompeta de los malandrines.

Un Belaúnde pronacifascista
y asesinador de guerrilleros
coronó tu cinismo de pancista.

Como a chancha «matada», los culeros
te lastiman el lomo y las berijas,
(dos instrumentos de los marulleros).

Es decir, las ambiguas sabandijas
de la retórica y de la poética,
ya sólo en los sobacos las prohijas.

Porque como eres «loco» de la estética
y el robot parroquial de un clan idiota,
hasta tus cómplices piden genética.

¿Tú revolucionario? La pelota
del trotzquismo te cuelga del hocico,
enmascarándote. Y Lenin te azota.

Con tu conducta de sapo y de mico
ofendes a la inmensa clase obrera,
y a costillas del pueblo eres tan rico.

Además, el Pentágono reitera
en dólares sonantes y contantes,
su amor a la canalla aventurera.

Y la CIA procura resonantes
éxitos al carajo «bien portado»
y condecoraciones y diamantes.

Y un horrendo esplendor prefabricado
y queso y pan y vino, todo de oro,
y los difraces del enmascarado.

La gritería universal, el toro
de cartón rojo, el Caballo de Troya,
la gran máquina-jaula para el loro.

Turbia gran bruja macabra de Goya
es tu aflicción de «Toribio Gallina,
el Náufrago», colgando de una bo... ya.

A tu «realismo» échale formalina
en el tronco esencial de la macana,
porque muestra su lengua femenina.

La épica social americana
la escribo yo, rugiendo pueblo adentro,
con mi pluma-fusil, (gran hacha humana).

Y tu canción de amor es epicentro
de mistificadores, y bolina
de maricas, con punto y como al centro.

Lo bautizaste como «Guillermina»
al «Mascarón», que oculta tus «apremios»
de bailarín de la Tía Carlina.

Y si aún deseas premios y más premios,
te ofrezco el premio a la sirvengüenzura
colosal y feroz de los bohemios,

que se cavan la propia sepultura:
no importas tú, ¡importa tu impostura!...


jueves, 16 de julio de 2009

PABLO DE ROKHA: LA TERNURA Y LA FURIA

10 de Septiembre de 1968. Un día como hoy pone fin a sus días el poeta Pablo de Rokha. Es por esto que en el marco de la conmemoración de los 40 años de su muerte, hemos decidido publicar este artículo en su memoria.

“yo no me sujeto a reglas, y por eso no tengo estilo” -Pablo Picasso-

Las páginas centrales de una revista chilena ya extinta, muestran unas fotografías en gris y negro que revela una historia sombría: el éxodo de desplazados – refugiados llegando desde otras fronteras. Son desposeídos y arrojados de sus hogares por los habitantes de esos pueblos. Pocos llevan más que sus trajes raídos; muchos están enfermos y hambrientos. Algunos ya murieron en los vagones del tren que los trajo a la estación de Anhalter, Berlín. Vienen de Polonia, Checoslovaquia, Hungría…. vagan de un lado a otro o se ocultan en las ruinas de la ciudad. La mayoría no tiene otra perspectiva que morir de hambre en el invierno europeo…son alemanes de Europa Central que a su regreso son rechazados por sus compatriotas. Es 1945.

Se expande un escenario de incertidumbres mientras se avivan las pugnas entre los sobrevivientes –culpas, responsabilidades, razones, fracasos- que motiva, una vez más, un repensarse y cuestionarse en un lenguaje de efervescencias que ya se había presentado durante el interludio de pax precaria entreguerras. Ciudadanos y ciudadanas, artistas plásticos, escritores, músicos, políticos reaccionan frente a la desolación, que requiere urgentemente un reordenamiento humano; un acogimiento al clamor de una voz que pide respuestas porque “la tierra entera es huella de vagabundaje”

En Chile, gracias a su lejanía, el oprobio se sintió menos; tal vez pudo notarse el efecto en el comercio local y en las importaciones o en el distanciamiento entre un arribo y otro de naves europeas a Valparaíso. Las voces de vencedores y vencidos no alteraban mayormente el sueño de nuestro país y aquella gran devastación era debida y escuetamente referida en las pautas de noticias internacionales, así como el detalle de invitados a un estreno en sociedad o matrimonio santiaguino y, desde luego, reflexiones de Alone sobre, por ejemplo, Paul Valery o Victoria Ocampo.

Sin embargo, aquí también hubo quiénes acusaron la dimensión monstruosa de esa guerra terminada por segunda vez; el relato monocorde del extermino sistemático y tecnificado en Mathausen, Bergen-Belsen, o Treblinka….. Hubo muchos chilenos, algunos de ellos agrupados en la denominada Alianza de Intelectuales, creada por Pablo Neruda, cuyo propósito era también acoger a los desterrados de España franquista. Hombres y mujeres chilenos, pensaron, trabajaron, repensaron desde su taller, mesa o lienzo, cómo, para nombrar algunos, Pedro Lobos, Stella Díaz Varín, Camilo Mori, Juvencio Valle, José Miguel Varas….y también Pablo de Rokha.

El poeta ya venía expresando la angustia del mundo desde su juventud, en el fértil período de la entreguerra, en su trinchera, cavada con su fuego personal y desesperado, “hallando el olor y sabor del dolor del mundo” , enfrentando la sinrazón de un orden donde impera el progreso y el cientifismo. Su lenguaje da cuenta de los tiempos que, de alguna manera, se reflejan también en Chile. Es, además, una voz que se adelanta a su época en 30 o más años; luchando para lograr derramarse en el entramado espiritual de su patria. Durante mucho tiempo fue poco comprendido y aceptado aún menos.

El hombre que se auto proclama “capitán de conciencias” o “patriarca cósmico” es un ser que con su vida “va arañando el dolor del Hombre y las entrañas de Dios con las uñas”. Por cierto, un Dios que no es tal, porque le “envenenó la alegría de la existencia” y cuya desidia parece burlarse de las desgracias del ser humano; él incluido.

Aquellas fotografías negro-grises de seres famélicos y enfermos que emprenden un retorno a su tierra, autorizados para refugiarse en ella sólo durante 24 horas, son el espejo no tan sólo del paso de una generación y la tragedia de un continente durante un período de la historia, sino también la entronización de un ser y estar en el mundo: fisurados y lacerados. Ello conmueve entrañablemente al poeta, reconociendo, tal vez, su propia desesperación y la desdicha del Hombre contemporáneo. He ahí, entonces, sus textos caóticos y fragmentados, desbordantes y repetitivos… atacados y alabados:

“…mis pantalones continúan la raya quebrada del siglo;
semejante a una inmensa oficina de notario,
poblada de aburrimiento,
la tinaja ciega de la voluntad llena de moscas.

“Un muerto errante llora debajo de mis canciones
deshabitadas.”

…”escucho la muerte roncando por debajo del
mundo
a la manera de las culebras, a la manera de las
escopetas apuntándonos a la cabeza, a la
manera
de Dios que no existió nunca.”

El poeta ruge en un juego de luces, contrastes y truenos, revelando una estética temeraria, alejada de los arneses tradicionales, que ensalza a “poetastros de salón recitando frente a gallinas perfumadas”. Es él quién “ plantea la pelea a su época, reflejándola”; una época de Eros y Tánatos, tal como muestran las imágenes en sepia de los desterrados errantes o el lienzo de Guernica, con sus mujeres hechas jirones de piel y espanto. El mundo es una máscara torva de una existencia que no cree en su propia salvación ni en un lugar en el futuro, pero quiere desesperadamente recomponerse, a través de un común, mutuo y renacido lenguaje.

Nuestra propia historia, aún reciente, ofrece una imagen similar, cuya bruma aún nos ciega y extravía.

Guardando las proporciones, en el Chile pre y post guerra había una descomposición similar. Desorientación e incertidumbre; el descontento ciudadano y sus tumultuosas manifestaciones – consolidadas gracias a las movilizaciones de las primeras luchas sindicales a partir 1918- los desaciertos económicos y desacuerdos políticos; las traiciones, los golpes de timón efectuados por gobiernos o caudillos; inflación, cesantía, bajos sueldos, pobreza…. hizo surgir en Pablo de Rokha una voz que buscaba rescatar la memoria individual y a la vez colectiva; un yo que “recuerda, añora, odia, ama, critica, nostalgia a través de su propia angustia frente a lo inexorable del tiempo, pero en el mismo gesto reconstruye su historia y la de la humanidad para poder seguir viviendo y proyectar las utopías del mañana”.(1)

Nuestro poeta habla, escribe, “canta” sobre esa realidad desde su remota y particular australidad latinoamericana que, a la vez refleja un clamor universal. Inevitablemente, es insistente: el caos y la fragmentación en sus versos y prosa; el tejido deshilvanado de ciertos textos; la repetición a ratos intolerable y agobiante para clavar y traspasar de una vez el corazón recogido en sí mismo.

“Qué persigue Ud., caballero?,….camina Ud., camina Ud. demasiado rápidamente hacia ninguna parte, hacia ninguna parte, hacia ninguna parte, hacia ninguna parte; poetas, comerciantes, suplementeros, rameras, invertidos, rameras, ¿qué significáis?, ¿qué?… ¿qué?… mendigo… no, tú ya eres algo, eres algo, mendigo, mendigo, porque tú, tú, tú jamás pretendiste orientar el universo andando, vais trashumantes máquinas sin sentido, y, ¿dónde, dónde radica vuestra razón de ser, vuestra razón de ser?…. (2)

El historiador británico Eric Hobsbawm, afirma que “la destrucción del pasado o más bien, de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX.” (3)

Pablo de Rokha, como un gran árbol hundiéndose a la orilla del Maule, intuye este fenómeno y lo deviene obsesión al dedicar casi toda su obra al clamor por la memoria que nace desde el ser; “cruce y puente de la crisis universal de su tiempo o de todos los tiempos, incluyendo el nuestro”: (4) Una memoria oscilante, lacerada entre el recuerdo y la incertidumbre. Entonces, como si abriese una ventana a su jardín privado, nos revela y canta las costumbres, dichos, y viñetas de su propio tiempo que la complicidad de la lectura deviene actuales; exquisitos, voluptuosos, sensuales bocados de palabras que son el lenguaje del cuerpo vivo, memoriado y sagrado de este, su país.

…”canto de las tinajas como húmedas de lágrimas de vino”…

….”Licantén se recuesta en la orilla del Mataquito contemplándose en su
agua enorme como pililo con las manos cargadas de castañas”…

(sobre su abuelo y, tal vez, sobre sí mismo…) “yo conocí varias de
estas almas auténticamente castellanas, raíz de místicos, de soldados, de
conquistadores, de poetas, almas aceradas, trágicas, almas exaltadas y de
una gran pureza aunque les posee la crueldad universal de los fanáticos,
más que la crueldad cerebral de los políticos”…

…”hundidos en la atmósfera espesa a fritanga, a sudor, a bestia a ají, a
chicha, a litriado, están los parroquianos consuetudinarios. No todos
son maleantes o criminales; hay atorrantes, bolseros, huachucheros,
logreros, vagabundos, afuerinos, chusconas, futres pobres, corteras,
sacristanes que devienen informantes, es decir, espías, policías, sablistas, matones y corchetes”…

…”la empanada fritita, picantita, picantoncita y la sopaipilla, que en el
tocino ardiente gimieron, se bendicen entre trago y trago”…. (4)

La afirmación de Eric Hobsbawm sobre la destrucción del pasado sigue ferozmente en pie. Este siglo se inició con muerte y destrucción, evaporando poblados y almas, memorias, historias. El horror se ha hecho cotidiano, cómodamente alcanzable “in situ” gracias a la fibra óptica, modificando nuestra perplejidad y nuestro lenguaje, devenido ínfimo. Las palabras se han contraído, en el absurdo y deformado en balbuceos desconexos de los slogans ideológicos y publicitarios o códigos de los medios al servicio del mercado omnívoro. Son los nuevos aparecidos- errantes sin memoria, el coro transitorio de este acto, surgido desde los escombros de la pre-post- modernidad.

En este progreso hacia el futuro, da la sensación de estar vislumbrando al homínido gutural y gesticulante que asecha desde su cueva.

Como pasó antes, en Chile se escuchan ecos de este oleaje que arrastra hacia alguna parte lo que aún recordamos.

Desde su desasosiego eterno, Pablo de Rokha ruge como un resplandor sobre la sombra:

“Esculpí el mito del mundo en las metáforas,
la imagen de los explotados y azotados de mi época y di vocabulario
al ser corriente sometido al infinito,
multitudes y muchedumbres al reflejar mi voz, su poesía, la poesía se
sublimó en expresión de todos los pueblos,
el anónimo y el decrépito y el expósito hablaron
su lengua
y emergió desde las bases la mitología general de Chile y el dolor colonial
enarbolando su ametralladora;
militante del lenguaje nuevo, contra el lenguaje viejo enfilo mi caballo;” …

Quisimos, porque necesitamos, rescatar desde el infinito, donde flota nuestro “patriarca cósmico”, algunos de sus grandes temas: el entrañable amor a su país; su valentía; la devoción y rigor por su oficio y su insobornable porfía.

Las opiniones desfavorables desde o hacia él, que tanto han magnificado otros, como si fuera su mérito más destacado, palidecen frente al caudal de reflexiones, anhelos, enseñanzas, angustias, alegrías y dolores que dejó en miles de páginas, como un profeta telúrico e iracundo.

Leerlo nos acerca más a nosotros mismos, a los nuestros; es un murmullo que, intuimos, es el lenguaje de un Chile oceánico, lacustre, volcánico, valiente, contradictorio, persistente, atrabiliario, pícaro, hipócrita, cansado, imaginario, amable y profundo.

“…si no fui más que un poeta con los brazos quebrados”…

Escrito por Neda Brkic
Valparaíso

Citas:

(1) Nain Nómez: Prólogo a Obras Inéditas de Pablo de Rokha, LOM Editores, 1999

(2) Pablo de Rokha; Epopeya del Fuego; ediciones Universidad de Santiago, 1995

(3) Eric Hobsbawm: Historia del Siglo XX; Grijalbo Mondadori, Buenos Aires, 1999

(4) Nain Nómez: Prólogo a: Obras Inéditas de Pablo de Rokha; LOM Editores, 1999



sábado, 11 de julio de 2009

Carlos de Rokha: Deslumbramiento e impotencia


Carlos de Rokha
Deslumbramiento e impotencia

Carlos de Rokha es uno de los hijos del matrimonio formado por los poetas Pablo y Winett de Rokha. Nació en 1920 en la ciudad de Valparaíso y falleció trágicamente en Santiago, en 1962, siendo precursor del destino funesto que siguió luego Carlos Díaz Loyola, su padre, más conocido como Pablo de Rokha, que culminó sus días autoeliminándose (aunque su hermana Lukó de Rokha descarta la tesis del suicidio, cambiándola por un ataque cardíaco). Además de la literatura ha cultivado la pintura (comprensible debido a que era el arte la ocupación de sus hermano Lukó y José). Juan Guixé lo ha calificado como “original, transformaba la vida en un mensaje, que después se hacía dispar, llena de recovecos, que más parecían un laberinto. Lamentable que, su muerte fue prematura, ya que él, podría haber dado mucho más de lo que todos admiraron, en su corta existencia”1.

A esto se agrega lo que ha dicho Jorge Teillier respecto de Carlos de Rokha: “llevó una vida totalmente amarga. Un poco también por su condición mortal. Carlos no era de este mundo. No era un enfermo mental sino un visionario, estaba alejado de la realidad. Eso lo refleja muy bien en su poesía que tal vez sea la mejor poesía surrealista chilena, como decía Eduardo Anguita y como también lo decía Teófilo Cid, que era la primera víctima de la Mandrágora, o sea del surrealismo. Carlos de Rokha a los 15 años escribía poemas angélicos”. Elizabeth Neira señala que era “maldito a pesar suyo, infantil, quizás por la sombra omnipresente de su padre”2 . Es importante señalar que Elizabeth Neira comete un serio error al “publicar” primero “Pavana del gallo y del arlequín” (lo sitúa en 1964) y luego “Memorial y Llaves” (lo sitúa en 1967), lo que es totalmente al revés.

No pudo ser encasillado en ninguna corriente literaria, o más específicamente en ningún “ismo”. Su primer libro “Canto profético (o también “poético”) al primer mundo” (1944) entrega visos claros de un autor, a esas alturas muy joven influido por el Surrealismo, pues tuvo flirteos con Mandrágora (Enrique Lihn lo calificó como “surrealista en estado natural”), pero lo que sí se puede decodificar es un barroquismo en esta primera escritura. Leonardo Sanhueza lo calificó de “órfico”, afirmación rebatible que se origina por estar quizás todavía trasnochado de su trabajo con Rosamel del Valle. Su segundo libro “El orden visible” (1956) confirma y refrenda lo anterior, al entregar un texto pletórico, recargado, henchido de palabras e imágenes, con un lenguaje que avanza a paso fuerte. Se consagra con “Memorial y Llaves” (1964) y con “Pavana del gallo y el arlequín” (1967), textos que han galvanizado no solamente su estirpe de poeta, sino de voz, de calidad inconfundible. Su deceso hizo surgir también casi con un efecto reflejo el calificativo de poeta maldito, en estos casos lo más fácil, también lo más llamativo, a pesar de lo manido del término.
Dentro de las ediciones de Carlos de Rokha utilizadas para revisar la obra, se cuentan las siguientes, todas originales, de los años en que fueron publicados, salvo la edición de “Pavana del gallo y el arlequín” (1967) que es la de la Editorial Universidad de Concepción, publicada en el año 2002. La edición de “Memorial y Llaves” es la que se ha publicado por parte de Ediciones de la Municipalidad de Santiago, 1964, a raíz del galardón que recibió en los Juegos Florales. Esta edición incluye un prólogo de Enrique Lihn (págs 5-13).

La recepción crítica
Dentro del tipo de críticas que se han recopilado estas tienen diversos orígenes. Una fuente es la de los artículos aparecidos en prensa. Estas informaciones versan sobre muchas cosas referentes a Carlos de Rokha, artículos respecto de su poesía, artículos sobre poesía chilena, y especialmente artículos críticos que poseen un gran índice de lamentación respecto del trágico deceso de Carlos de Rokha. Un ejemplo de esto es la crítica que realizó en El Mercurio el crítico chileno Ignacio Valente3 , en la que hace una crítica respecto de la poesía de Carlos de Rokha, con especial énfasis en la muerte del poeta, y en la lamentación de este suceso dado que trunca una carrera literaria que había dado luces muy llamativas, a saber los dos libros que en vida publicó Carlos de Rokha, además de los dos aparecidos de forma póstuma.
Los temas abordados por las críticas recopiladas son en su mayoría descriptivos y contextuales, dado que la muerte del poeta ha sido una suerte de “excusa” (lamentable por lo demás) para recién darlo a conocer, pero además de la defunción de De Rokha, han surgido artículos contextuales, como el de Elizabeth Neira, surgido con motivo del trabajo del poeta Leonardo Sanhueza en la recopilación y futura edición de las Obras Completas de Carlos de Rokha, tarea similar a la que realizó con Rosamel del Valle. O bien artículos recordatorios, como el caso del escrito de Francisco Véjar4 .
Además una fuente de críticas son las que aparecen tanto en prólogos así como en libros de otros autores que han dedicado páginas a Carlos de Rokha. Tal es el caso de Enrique Lihn, que ha compuesto el prólogo a la primera edición de “Memorial y Llaves”, así como textos que han aparecido en “El circo en llamas”5 . Además de estos escritos, Lihn ha publicado en “La pieza oscura”6 .
os textos a trabajar de Carlos de Rokha serán la gran mayoría, primeramente por que no son muchos, con predilección en los dos últimos volúmenes del poeta, “Memorial y Llaves” y “Pavana del gallo y el arlequín”, sus textos más célebres y que han despertado el interés de la crítica en la poesía de Carlos de Rokha. En cuanto al corpus crítico, se trabajarán en cuanto aporten al tema a trabajar, este es, la recepción unánimemente buena que ha tenido la obra de Carlos de Rokha, y la suerte de “lamento colectivo truncado” que ha surgido por la muerte del poeta, y de la gran poesía que no pudo continuar escribiéndose, lo que lo habría catapultado como uno de los grandes poetas chilenos del siglo XX, perfectamente equiparable a la figura de vates como Enrique Lihn, Jorge Teillier, los mandragoristas (Arenas, Gómez Correa, Cid) e incluso el mismo Pablo de Rokha. Lo anterior por cierto que no restringe al corpus a un medio o vertiente específica (prólogos, artículos, reseñas de prensa, críticas, etc.) sino que sirve a fines utilitaristas por parte de quien suscribe estas líneas, para poder cumplir a cabalidad con los propósitos temáticos antedichos.
Dentro del primer grupo de textos encontrados de Carlos de Rokha, están aquellos, de extensión menor que versan principalmente sobre la muerte del poeta, “nada hacía presagiar el prematuro desenlace”, señala una información, dando cuenta de algunos vicios periodísticos clásicos, que hoy se estudian en las escuelas de periodismo, o bien son denunciadas por conspicuos redactores.
Un ejemplo de esto es la información aparecida el 30 de septiembre de 1962 en la publicación “Las noticias de última hora”:

Repentino deceso del poeta Carlos de Rokha
Repentinamente falleció ayer en su residencia de Santiago el poeta Carlos de Rokha, vastamente conocido por sus obras y vinculado a los círculos intelectuales nacionales. Nada hacía presagiar el prematuro desenlace de De Rokha, quien a los cuarenta y dos años se encontraba en plena madurez literaria.
El extinto era hijo de Pablo y Winett de Rokha, ambos grandes poetas chilenos, de quienes heredó la acerada disciplina artística que caracterizó la laboriosa trayectoria de su obra poética.
En 1955, bajo el título genérico del “El orden visible” reunió en un volumen los siete libros de su producción intelectual, comprendida entre los años 1934 y 1944. Trabajador silencioso, sin ansias de publicidad, sólo en 1961 reapareció enviando un grupo de poemas al Concurso Gabriela Mistral de la Municipalidad, con los que obtuvo el Primer Premio. Dicho libro será editado por la corporación y constituirá su obra póstuma.
Los restos de Carlos de Rokha fueron velados anoche en la Casa del Escritor y hoy en la mañana fueron trasladados de allí al Cementerio General a las 11 horas.

También existen textos que sirven de epitafio y de recordatorio de la labro del poeta en vida. Así lo atestigua otro recorte de prensa, reseña de “Pavana del gallo y el arlequín” próximo al deceso de Carlos de Rokha, si bien no en los días o semanas próximas al deceso del poeta, pero no muy lejano en años7 :

(...)Carlos de Rokha con su “anotación del delirio”, tal como lo pedía su maestro Rimbaud, con su rico lenguaje y una profunda musicalidad consigue ese milagro de devolvernos el país perdido en muchos de los poemas de su libro póstumo que ahora comentamos (“Pavana del gallo y el arlequín”).
“A causa de la noche son más bellas las islas” dice Carlos de Rokha y la noche que lo rondaba, oscureciendo a veces su razón del visionario, él supo transmutarla en verdadera poesía, en belleza pura. Pero, junto a estos poemas de espacios abiertos iluminados por los gallos. Carlos de Rokha presenta otros (como “De profundis” o “Salmo en azul”) en donde con rara gravedad y madurez presiente su fin ya próximo, y describe su crucifixión en vida. Hay un mundo dolorido y alucinado, pero siempre se ofrece la belleza a manos llenas, como rara vez en nuestra poesía actual. Para los que alcanzamos a conocer a Carlos de Rokha en su breve tránsito, este conmovedor mensaje póstumo nos trae también la certeza de que la poesía puede seguir siendo “una alegría para siempre”.

Palabras póstumas del mismo tenor aparecieron en el diario La Nación de Santiago, también con ocasión de la aparición póstuma de “Pavana del gallo y el arlequín”, en 1968:

“Este libro revela a Carlos de Rokha como uno de los poetas más originales y significativos de nuestra literatura. Se destino fue trágico y su creación alucinatoria y vidente. Hace unas semanas reproducimos su inolvidable poema “De profundis”. Si algún chileno ha pasado –como Rimbaud- una temporada en el infierno, es Carlos de Rokha. Si alguno supo de los “paraísos artificiales” de Baudelaire, fue Carlos. Si alguno fue un ángel incapaz de comprender la vida y se expresó en una lengua de fórmulas encantadas, es este arlequín, es este gallo –ambos son Carlos de Rokha-. Poesía.8

Las palabras del crítico chileno del momento, Ignacio Valente, no podía estar ausentes a la hora de referirse a la actividad poética de Carlos de Rokha. También con motivo de la aparición de la “Pavana del gallo y del arlequín”, Valente vierte su juicio crítico sobre la obra de Carlos de Rokha:

“Este libro de escasa circulación, escrito por un joven poeta escasamente conocido –hijo de Pablo de Rokha, muerto ya-, leo con sorpresa algunos de los poemas más promisorios que se hayan escrito en Chile en los últimos años. Poemas de un niño visionario que conservó hasta la muerte un extraño acento infantil y un don alucinado de fantasía creadora. Versos de un poeta sin hacer, evidente en sus préstamos e influencias, indisciplinado en la forma, imperfecto hasta la incorrección, desigual e inmaduro, pero que contiene bajo su tosquedad un arranque de imaginación tan puro, tan turbulento y certero, como en vano lo buscaríamos en muchos artistas de más trabajada expresión. Su lectura nos hace divagar sobre el poeta que podía haber sido, si su espléndida ensoñación hubiera tenido en tiempo y la posibilidad de una adecuada decantación formal. (...)
Esta poesía se mueve en círculos de encantamiento, en la más pura magia de la infancia. Parece no haber despertado al mundo de los hombres, a la historia, al intelecto. Se da como rito de la imagen, como una inocencia primera de la fantasía; como una segura libertad de la imaginación creadora. Su mundo, sin embargo, no es un paraíso; está teñido de una esencia trágica, conoce la soledad y la angustia, y contiene a cada paso lo terrible. Es un extraño poder infantil el que convoca a las imágenes, como el poder de un niño que, sin embargo, sólo vive ya en el corazón de un trágico adulto, en “el insomne huésped que soy cuando de noche entro en mi ser visible”, niño desterrado por siempre, “solemne, vertical, desterrado, como un águila ebria sobre una isla en llamas”.9

Dentro de los poetas que más escribieron acerca de Carlos de Rokha se cuenta Enrique Lihn. El autor de “La musiquilla de las pobres esferas”, “París, situación irregular”, “A partir de Manhattan”, y “La pieza oscura” (donde aparece el poema “Elegía a Carlos de Rokha”) confeccionó el prólogo al libro “Memorial y llaves”. En él destaca varios aspectos del poeta. El primero de ellos es la condición de escritor incansable de De Rokha, condición “en que se fundían la obstinación de la hormiga y la peligrosa facilidad de la cigarra”10 . Sin embargo, Lihn desecha el realizar un elogio falso a De Rokha, sino que desea realizar “un homenaje realista a la memoria de un compañero de ruta”. Enrique Lihn rescata una frase decidora que publicó anteriormente en los Anales de la Universidad de Chile: “La poesía de Carlos de Rokha es de las que saldría gananciosas si se historiara, verdaderamente, el total de nuestra literatura. Con caracteres propios e inconfundibles la obra de De Rokha registró todas las inquietudes expresivo formales que han coadyuvado al desarrollo de una pequeña pero brillante tradición literaria”11 . Se destaca la capacidad expresiva de De Rokha, única, además de un poder muy singular de asimilación, ambas características que habrían convertido a De Rokha en un surrealista de tomo y lomo, al menos en cierta medida, “el único escritor cuyo psiquismo se ajustaba al orbe de ciertos valores surrealistas”12 , lo que quedaba refrendado por la presencia del escritor, su figura mental y física “siempre al borde del abismo, del desquiciamiento”13 , señala Lihn. De Rokha fue un “surrealista en estado de naturaleza” que habría desperdiciado la oportunidad de adscribirse con todo en uno de los movimientos señeros de la literatura chilena, la Mandrágora.
Lihn, teniendo muy en cuenta el abismo y el desquiciamiento en el que se veía sumido De Rokha, señala la presencia de un “verdadero demonio poético”. De Rokha es un poseso, un demonizado, cuya posesión le prodiga la facultad de un “furor verbal genuino y de una especie de infalible sentido de unión libre de las palabras”; se advierte también el entendimiento de la poesía como un estado de videncia rimbaudiana. Con todo, hay reparos, en especial hacia la primera poesía de Carlos de Rokha, que, pletórica de imágenes hasta el hartazgo, “a veces ahoga la poesía de Carlos bajo selvas de imágenes”14 . Lihn Identifica una posible necesidad de De Rokha de crear estos mundos sobrecargados de imaginación, en los cuales se introduce, de forma sutil “un pensamiento que diera algo así como una pauta remota del sentido total de ‘ciertas composiciones suyas’”15 . Finalmente, Enrique Lihn señala que la identidad de Carlos de Rokha debe rastrearse en sus poemas, en su lectura, y en lo que genera en quien lee. El estado psíquico del autor tiene una relación casi perfecta con su poesía, con su lenguaje y su capacidad de configuración poética.
Contemporáneo y amigo suyo, Jorge Teillier también se refirió a la poesía de Carlos de Rokha, más específicamente a su vida: “Llevó una vida totalmente amarga. Un poco también por su condición mortal. Carlos no era de este mundo. No era un enfermo mental sino un visionario, estaba alejado de la realidad. Eso lo refleja muy bien en su poesía que tal vez sea la mejor poesía surrealista chilena, como decía Eduardo Anguita y como también lo decía Teófilo Cid, que era la primera víctima de la Mandrágora, o sea del surrealismo. Carlos de Rokha a los 15 años escribía poemas angélicos”16 . Lo propio hizo su cuñado, el poeta Mahfud Massis: “Predestinado remador en las galeras del arte que escribió, o pintó, en toda circunstancia, a cualquier hora de la noche o el día, solitario o en medio de las multitudes, abstraído, casi ausente. Mientras el horror de las diminutas obligaciones nos avasallaba el alma, él, viajero ignoto, estaba lejos en el mundo de las emociones, de las imágenes y las palabras”17 . Eduardo Anguita también expresó su opinión acerca de Carlos de Rokha, dos años después del deceso del poeta: “vivió sumergido en una superrealidad, de manera que sus versos no eran sino el resultado más claro, la fosforescencia más próxima a nosotros, de un océano de visiones, en el cual vivía y sobrevivía heroicamente. (Fue uno de esos) artistas que pagaron con su equilibrio psíquico la videncia que naturalmente les fue concedida”18 .
Teófilo Cid, compañero de De Rokha en Mandrágora señala acerca de su poesía:

“La voz pura, casi diamantina de Carlos de Rokha, estaba hecha tan sólo para interpretar, como le ocurrió a Juan de Yepes, el doctor argelino, exclusivamente asuntos estelares. Profundizado en la emoción que trajo el surrealismo a nuestro continente, Carlos de Rokha siguió en forma entrañable los preceptos clásicos de Jean Arthur Rimbaud. Como el francés, poeta-niño igual que él. Carlos, nuestro poeta, atezó la llama de su poesía hasta sus últimas consecuencias, sin temor a quemarse. Por el contrario, buscó la fragante quemadura de Apolo y dejó que su cerebro se atezara bajo el incendio voluptuoso. De ahí la impresión de irrealidad que emanaba de su persona física y el violento torrente real que en cambio fluía de sus poemas. Extraña y paradójica condición del poeta.

Más allá en los años, en agosto de 1973 aparece una referencia a la poesía de Carlos de Rokha, a la sazón ya 11 años fallecido:

“Posiblemente mucho de la poesía de Carlos de Rokha circulara en una corriente de tendencias surrealistas. Poesía de experiencias últimas, poesía de rechazo a lo fácil y manido, a la facilidad que engaña y pierde. Los elementos poéticos de Carlos estaban lejos de una actitud confesional, que facilita cauces y temas; pero era, no obstante, la sangre que circulaba en sus palabras, y era su espíritu, que la muerte no dejó vivir en todo su auténtico sentido, los que lo hubieran logrado rescatar merced de una experiencia que su vida misma, tan poca, no dejó madurar.19

Hacia nuestros años
En las décadas más cercanas, la de los 90, la crítica ha seguido a Carlos de Rokha desde el recuerdo, ya no por motivo de la aparición de libros o bien del suceso de la propia muerte del poeta. El recuerdo del poeta, ya convertido en figura mítica, genera la impresión de no muchos caracteres en diarios capitalinos y de provincia, como este caso:

“Su poesía era original, transformaba la vida en un mensaje que después se hacía dispar, llena de recovecos, que más parecían un laberinto. Lamentable que, su muerte fue prematura, que él, podría haber dado mucho más lo que todos admiraron, en su corta existencia”.20

Menos que esto publica también “el ratón de biblioteca”, apenas una nota bio-bibliográfica:

“Nació en Valparaíso en 1920, y se suicidó en Santiago, 1962, Además de poeta fue pintor y cuentista. Bastante trabajo debe haberle costado, librarse de la influencia de ese cíclope de la poesía Universal que fue su padre Pablo de Rokha (...)”21 .

Con motivo de la publicación de las obras completas de Carlos de Rokha, el poeta nuevamente surge y gana líneas en prensa, ahora con más profundidad, y en una tribuna de mayor alcance, el diario El Mercurio, de Santiago:

Surrealista en Estado Natural

A las obras completas de Rosamel del Valle, el poeta Leonardo Sanhueza suma ahora la recuperación de Carlos de Rokha, el hijo mayor de Pablo de Rokha.

“Un surrealista en estado natural”, según lo definió Enrique Lihn, maldito a pesar suyo; infantil quizás por la sombra omnipresente de su padre. Carlos, el hijo mayor de la trágica progenie de los de Rokha quien se quitó la vida el a los 42 años, es autor de una obra singularmente delirante, profusa en imágenes, la que está siendo recopilada por primera vez en un proyecto de obras completas por Leonardo Sanhueza.
La fascinación por Carlos de Rokha nació de tempranas lecturas de Pablo de Rokha: “Todo el mundo llega así a Carlos. La sombra del padre es demasiado fuerte. Me llamó la atención descubrir un poeta cuya escritura no tiene nada que ver con la de un padre tan voluptuoso, que aparentemente ejercía una cierta tiranía sobre sus hijos y sobre quienes lo rodean. Incluso en la obra de Mahfud Massis, que fue yerno de Pablo de Rokha, se perciben afinidades temáticas. En cambio, Carlos es casi un niño, escribe de cosas mínimas, de paraísos perdidos, la tierra que añora, el abuelo”, dice Sanhueza.
Signado por el despotismo de una belleza magnética -la poesía de su padre - con la que tenia que convivir todos los días, la individuación y la diferencia lo ensombreció y lo marginó a una actividad dispersa. Pablo, el poeta tremebundo, reconoció un día ante sus amigos que lo que hacia grande a su hijo era que ni siquiera el, con su presencia que todo lo impregnaba, pudo influenciarlo. La independencia poética fue a costa de un temprano aislamiento que lo llevó a configurarse en el mundo con una inusual desadaptación, que no obstante es condición de la pureza de su poesía.
“Carlos de Rokha jamás pudo desprenderse de cierta irremediable malditez. El no es el poeta amalditado, el tipo que se esfuerza por ser maldito. Al contrario, se esmera en vano toda su vida por salir de su condición. Lo trágico es que nunca lo logra porque esta completamente desencajado en el mundo. Jorge Teillier, amigo cercano del poeta de Rokha, a cuyos universos poéticos se acerca sorprendentemente, dijo una vez que Carlos pago con su vida la condición de ser poeta. El artista nunca estuvo cercano a círculos literarios. Los que lo conocían eran sus amigos: Enrique Lihn, Teillier y Teofilo Cid. Con ellos hay cruces en la obra, sobre todo con Teillier en lo que concierne a una poesía de la aldea, de la infancia, pero Carlos de Rokha tiende mas al surrealismo de una manera natural”, explica el antologador.
Las obras completas de Carlos de Rokha incluyen los dos únicos libros que en vida logró publicar. “Cántico profético del primer mundo” (1943) y “El orden visible” (1955); los dos póstumos “Pavana del gallo y el arlequín” (1964) y “Memorial y llaves” (1967); mas poemas inéditos facilitados por Lukó de Rokha, hermana del poeta, quien además ilustrará la edición.
Sanhueza ha estado desde hace más de diez años sumido con un afán casi antropológico en el rescate de poetas olvidados por el mercado y las editoriales, pero no por el colectivo, que los recuerda como hablas mitológicas:
“Estos libros no están casi en ninguna parte, ni siquiera en librerías de viejos. Esto sucede porque en Chile la critica nuclea a los poetas. La poesía chilena se murió en las grandes figuras: Neruda, Mistral, Huidobro, Pablo de Rokha. Hay muchos nombres que circulan por debajo y que han sido injustamente ignorados por mucho tiempo. Es el caso de Carlos de Rokha, de Rosamel del Valle, de Humberto Díaz Casanueva, Omar Cáceres, Jorge Cáceres, Mahfud Massis y un montón de otros poetas que además no son escrituras fáciles”, afirma Sanhueza.22

La publicación del artículo anterior, surgido por la coyuntura de la publicación de Sanhueza, además aprovecha de recordar la figura del poeta. Lo mismo intenta Francisco Vejar, también en el diario El Mercurio, en esta ocasión en el suplemento “Revista de Libros”:

ANGÉLICO Y DEMONÍACO

Casi cuarenta años han transcurrido desde la muerte de este autor cuya valiosa obra poética ha permanecido en el olvido. En su época, Teófilo Cid, Eduardo Anguita y Jorge Teillier manifestaron una verdadera admiración por su trabajo literario.

PERTENECIENTE a la familia de los poetas malditos chilenos, Carlos de Rokha sintió a temprana edad el llamado de Rimbaud de hacerse vidente a través de un desorden sistemático de todos los sentidos. Fue tanta la admiración por el escritor francés que en 1954, al cumplirse cien años de su nacimiento, escribió a manera de homenaje en la revista Polémica, “Rimbaud el desconocido” donde esboza el ímpetu revolucionario e iconoclasta de la poesía y de la vida de ese creador. Según testimonio de su hermana Lukó, Carlos recitaba de memoria pasajes de Temporada en el infierno. Acerca de su personalidad, dice:”Era un poeta en todas y cada una de sus actividades; hasta comer un trozo de pan era para él un acto poético. Era un ser angélico y demoníaco al mismo tiempo.
Vivió inmerso entre la realidad y el sueño. Su existencia estuvo poblada de visiones que le hacían tender un puente hacia otros mundos. Ya a los quince años escribía poemas cercanos al surrealismo. No es casualidad que fuera tan afín al grupo Mandrágora con quienes compartiera largos años de amistad. Enrique Lihn, en el prólogo al libro póstumo de Carlos de Rokha, Memorial y llaves (1964), señala: “Muchas de las provocativas, vociferantes pero cuidadosas y eruditas digresiones de Teófilo Cid o de Braulio Arenas - en que se combinaban el humor negro, los llamamientos a Marx y a Freud, el conocimiento de ciertas corrientes exquisitas de las literaturas europeas...- sólo evocan, en última instancia, la poesía tremante, ávida, enajenada de Carlos, y su figura mental y física siempre al borde del abismo.
Poseía, un talento innato para la libre asociación de imágenes. En el poema “Retorno”, escribe: “A causa de la noche son más bellas las islas/ Los árboles más azules porque así lo ordena el mar (...)”. (De Pavana del gallo y el arlequín, 1967), obra que obtuvo el Primer Premio en los Juegos Literarios Gabriela Mistral de 1962.

Yo canto a lo terrible

En su familia siempre tuvo un lugar de privilegio. Desde adolescente era incorporado a las tertulias de los domingos en su casa. Entre los visitantes se podía ver a Vicente Huidobro, Ricardo Latcham, Teófilo Cid, Enrique Gómez-Correa, Braulio Arenas, Jorge Cáceres, Boris Calderón y otros intelectuales de la época. Por esos años estudiaba en el Liceo Valentín Letelier y en sus horas libres leía o pintaba. Lukó de Rokha recuerda la adolescencia de su hermano: “Estaba todo el tiempo leyendo y estudiando a los clásicos. Aprendió francés solo, y al final traducía poemas y recitaba en ese idioma. A los trece años empezó a pintar y a los catorce hizo una exposición que fue visitada por escritores y pintores que lo consideraron un verdadero talento. Fue absolutamente autodidacto. Pocas veces he conocido un hombre con más cultura que Carlos, quien habiendo vivido con una personalidad literaria tan avasallante como la de mi padre y con otra muy pura y especial como la de mi madre, nunca se sintió influido por ellos”.

A los 24 años publicó su primer libro de poemas, titulado “Cántico profético al primer mundo” (1944), donde el derramamiento del sueño en la vida real se mezcla con imágenes de luminosa imaginería: “Yo canto lo terrible; lo terrible es más bello/ que lo diáfano oh ciega memoria temporal de/ lo que somos (...) ¡Héroes míos, orad por el que llora sobre vuestras tumbas!”. Fue capaz de crear su mundo personal, único e intransferible. Hijo de poetas, Pablo y Winett de Rokha, a temprana edad mostró rasgos de excentricidad: a los 11 años estuvo tres días desaparecido de su hogar. Se creía que había sido raptado por una venganza política. Fue encontrado a los tres días, hambriento y casi sin ropa. Con unos compañeros del Liceo Valentín Letelier fue a ver la película Kaspa, el Hombre León. Después de ver el filme, decidieron errar por el mundo, en busca de aventuras. Partieron al Cerro San Cristóbal, pero cuando empezó a caer la noche, sus compañeros volvieron a sus casas. Sin embargo, Carlos no se atrevió a regresar, temiendo la ira de su padre. En la autobiografía póstuma de Pablo de Rokha, por otra parte, se lee: Carlos cuando contaba diecisiete años, se volvió loco. (...) Un día se arrojó desde el segundo piso del sanatorio. Cayó sobre un montón de tierra removida, lo que le salvó de morir. Después explicó que creía estar lanzándose desde el tablón de una piscina. Era un excelente nadador, y posiblemente vio agua donde había sólo pasto. Jorge Teillier aclara: Carlos no era de este mundo. No era un enfermo mental sino un visionario, estaba alejado de la realidad. Eso lo refleja muy bien en su poesía que tal vez sea la mejor poesía surrealista chilena, como decía Eduardo Anguita.

Escribía todo el tiempo. No importaba el lugar donde se encontrara: en piezas de hoteles, en los trenes, en el mesón de un bar... Su letra era diminuta e inconfundible. Existen hasta hoy muchos originales de poemas inéditos que permanecen en manos de su familia y que aún no han sido recopilados en libro alguno. Cabe recordar que en vida sólo publicó dos títulos: Cántico profético del primer mundo (1944) y El orden visible (1956). En preparación tenía a lo menos siete libros de poemas, entre los que se pueden señalar: Caída al coral (textos escritos entre 1935 y 1940) y La mano automática (narraciones y experiencias, 1941-1943). También hay poemas que se publicaron en varios números de la revista Multitud que dirigiera su padre. Allí participó en la redacción y en la venta de suscripciones. Fue uno de los pocos trabajos remunerados que tuvo. En el número de diciembre de 1939 encontramos un poema suyo titulado Si sirven los caprichos, donde dice: “Me parecen dolorosas e irreales/ No sin delicadeza y eso dulcemente/ Las manos de la devoradora de flores/ En el ángel, sus umbelas, en el ángel/ No azul revelado o que se consagra/ A la custodia de mis párpados/ A mis manos presas de la magia”.

Indudablemente, parte de estos versos traducen el sentir de su breve existencia. Yolanda Lagos Garay, poeta y amiga de los de Rokha, comenta: Lo conocí en los años cincuenta en el café Iris. Ahí estaban Altenor Guerrero, Hugo Goldsack, Armando Menedín, Teófilo Cid. Carlos llegaba con José de Rokha, su hermano pintor. Eran las famosas tertulias del Iris. Era muy ameno y poseía una ironía especial. Tenía algo que trascendía de sí mismo. Un sello que caracteriza a los verdaderos poetas.

Murió prematuramente, el 29 de septiembre de 1962, dejando tras de sí una obra que aún no ha sido valorada en su real envergadura.23 .

En provincias, aparece un texto de Ramón Riquelme que recuerda a Carlos de Rokha de forma más exhaustiva que la simple nota biográfica de unas cuantas líneas, siguiendo la línea de los artículos del Mercurio capitalino:

Apuntes sobre poesía chilena
La poesía chilena de todos los tiempos: 1922-2002, tiene múltiples registros estéticos de bajo, medio y alto sentido lírico. Por ello la comprensión de su sentido de lenguaje nos permite saber su dificultad en el diario ejercicio de la palabra.

Carlos de Rokha (1920-1962), con dos textos en su corta existencia: “Canto profético al primer mundo” y “El orden visible”, hay en los textos que examinamos aquí un lenguaje agresivo, pero de profunda y cálida ternura “De profundis”. Juega el vaticinador con las palabras para introducirnos en los laberintos de una palabra cuyo sentido final es la descripción de los seres y las cosas con un sentido estético de lo tierno y lo sencillo (“Interior”). La lírica de Carlos de Rokha tiene muchas lecturas, en su entonación épica se entiende (“Coronación del mar” y “Aparición del niño de humo”). Tenía su palabra una arquitectura barroca cuyos timbres y ritmos nos van mostrando la sensualidad de su oficio que usa el idioma para decirnos algo (“Pavana del gallo y el arlequín”).24

La recepción crítica de la obra de Carlos de Rokha muestra coincidencias. La primera de ellas es mostrarlo como un surrealista, más allá de estar adscrito o no de forma oficial a la Mandrágora. El surrealismo se identifica en los textos de De Rokha, y también en su personalidad, “siempre al borde del abismo, del desquiciamiento”, como dijera Enrique Lihn, además de advertir una fuente clara de la poesía de Carlos de Rokha: su imaginación, que parece fluir como un torrente sin fin. Este último factor se destaca como una de las cualidades del poeta.

Pero un factor que une las críticas y que se destaca en la mayoría de las informaciones revisadas es el pesar por el deceso del poeta, no por el deceso en sí mismo, sino por haber ocurrido este de una forma trágica y con una carrera poética muy prometedora. En vida Carlos de Rokha solamente publicó dos textos, “Canto profético al primer mundo” y “El orden visible”, con posterioridad a la muerte del poeta aparecieron los otros dos textos que restan para totalizar la bibliografía de De Rokha, “Memorial y llaves” y “Pavana del gallo y el arlequín”. Estos dos últimos volúmenes aparecieron de forma póstuma, y superan a los anteriores, en especial el último libro, la “pavana”. Aparecido en 1968, y habiendo ganado el Primer Premio de los Juegos Florales, la recepción de este libro estuvo mezclada por el asombro y la pena (esto se refleja particularmente en las apreciaciones de Ignacio Valente).
Si las informaciones anteriores a la aparición de este texto estaban centradas básicamente en lo terrible del deceso del poeta (coqueteando con lo policial), los artículos “post Pavana” tienen un tono distinto, en ellos es posible leer la frustración, el deseo truncado de ver qué habría pasado si es que Carlos de Rokha no se hubiera quitado la vida en ese fatídico día de septiembre de 1962. El impacto y la impresión que causó la aparición de las obras post mortem de Carlos de Rokha, especialmente la “Pavana del gallo y del arlequín” es el causante de este sentimiento, o de esta óptica de los exegetas de De Rokha. Ya sea por la reedición de los textos de Carlos de Rokha (Como el caso de Elizabeth Neira), o bien por el mero deseo de hablar de un poeta postergado (Vejar), se comparten estos sentimientos.

Algunas frases ejemplifican lo anterior. “(...) La sangre que circulaba en sus palabras, y era su espíritu, que la muerte no dejó vivir en todo su auténtico sentido, los que lo hubieran logrado rescatar merced de una experiencia que su vida misma, tan poca, no dejó madurar” (Víctor Castro).

“Este libro de escasa circulación, escrito por un joven poeta escasamente conocido –hijo de Pablo de Rokha, muerto ya-, leo con sorpresa algunos de los poemas más promisorios que se hayan escrito en Chile en los últimos años (...) Su lectura nos hace divagar sobre el poeta que podía haber sido, si su espléndida ensoñación hubiera tenido en tiempo y la posibilidad de una adecuada decantación formal” (Ignacio Valente).

“Su poesía era original, transformaba la vida en un mensaje que después se hacía dispar, llena de recovecos, que más parecían un laberinto. Lamentable que, su muerte fue prematura, que él, podría haber dado mucho más lo que todos admiraron, en su corta existencia” (Juan Guixé Cañizares).

“Casi cuarenta años han transcurrido desde la muerte de este autor cuya valiosa obra poética ha permanecido en el olvido (...) Murió prematuramente, el 29 de septiembre de 1962, dejando tras de sí una obra que aún no ha sido valorada en su real envergadura” (Francisco Véjar).

Deslumbramiento e impotencia, dos palabras que pueden caracterizar la recepción crítica a la obra de Carlos de Rokha. Deslumbramiento por la revelación de una obra poética única, singular y original; pena, porque el cultor, el creador sobresaliente de esa obra deslumbrante se había ido, sin dejar más, para siempre.

1 Juan Guixé Cañizares. “Poetas chilenos de nuestro siglo”. Litoral N°5, junio 1968.
2 Elizabeth Neira. “Surrealista en estado natural”. El Mercurio, domingo 19 de Diciembre de 2000.
3 Ignacio Valente. 1968. “Carlos de Rokha: Pavana póstuma”. El Mercurio, 19 de Mayo de 1968.
4 Francisco Véjar. “Carlos de Rokha (1920-1962): angélico y demoníaco”. El Mercurio, sábado 8 de julio de 2000.
5 Enrique Lihn. “Carlos de Rokha”. En, El circo en llamas, Santiago de Chile, Ediciones LOM, pp. 247-253.
6 Enrique Lihn. “Elegía a Carlos de Rokha”. En La pieza oscura. Madrid, Editorial LAR, 1984, pp. 83-84.
7 Revista Plan. 31 de mayo de 1968, Santiago.
8 Diario La Nación 26 de mayo de 1968. Santiago.
9 Ignacio Valente. “Carlos de Rokha: Pavana póstuma”. El Mercurio, 19 de Mayo de 1968. Publicado también en Poesía chilena e hispanoamericana actual. Ed. Nascimento, Santiago, 1975.
10 Enrique Lihn. Prólogo a “Memorial y llaves”.
11 Ibid.
12 Ibid.
13 Ibid.
14 Ibid.
15 Ibid.
16 Jorge Teillier . “Espejismos y realidades de la poesía chilena actual”. En Plan, Nº 27, 31 de Julio de 1968
17 Mahfud Massis. “Adiós a Carlos de Rokha”. En El Mercurio, 13 de Octubre de 1962.
18 Eduardo Anguita. “Carlos de Rokha, poeta paradisíaco”. En El Mercurio, 5 de Diciembre de 1964.
19 Víctor Castro. En Revista Occidente, N° 249. Agosto de 1973.
20 Juan Guixé Cañizares. “Poetas chilenos de nuestro siglo”. Litoral N°5, junio 1968. Republicado en “El líder provincial”, San Antonio, 24 de abril de 1990.
21 El diario de Aysén, Coyhaique, 28 de julio de 1990.
22 Elizabeth Neira. “Surrealista en estado natural”. El Mercurio, domingo 19 de Diciembre de 2000.
23 Francisco Véjar. “Carlos de Rokha (1920-1962): angélico y demoníaco”. El Mercurio, sábado 8 de julio de 2000.
24 Ramón Riquelme. “Apuntes sobre poesía chilena”. La tribuna de Los Ángeles, 26 de octubre de 2002.



jueves, 9 de julio de 2009

WINÉTT DE ROKHA, BASTANTE MÁS QUE LA ESPOSA Y MUSA DE UN FAMOSO





Prólogo a Fotografía en oscuro

Antología poética de Winétt de Rokha, publicada por Editorial Torremozas, Madrid, 2008

WINÉTT DE ROKHA, BASTANTE MÁS QUE LA ESPOSA
Y MUSA DE UN FAMOSO(1)

Por María Inés Zaldivar

“Cóncavo, con estalactitas y estalagmitas,/ todo blanco, como el dedo de la mañana,/ y un tapiz rojo, ensangrentado y repitiéndose,/ donde mi zapatilla es una sola pepa de sandía”(2), es el primer cuarteto del poema “Escenario de melopea en antiguo”, y: “Frío plano, de exactas dimensiones,/ el siglo XX cabe en una cancha de tennis” (20), el inicio de “Carcoma y presencia del capitalismo”. Una verdadera poeta, "sin dulzainas gelatinosas, ni barro verde", dijo Vicente Huidobro acerca de la creación de esta autora, y al leer estos versos me parece que no cabe duda sobre esta afirmación.(3)

Después de la lectura de su obra poética -y ya bastando el poemario Cantoral (1925 - 1936) de donde provienen los versos anteriores-, he tenido la certeza de que Winétt de Rokha fue mucho más que la esposa y la musa de Pablo de Rokha. Por lo mismo, no he podido dejar de sentir que su ausencia dentro del campo literario contemporáneo es una omisión lamentable ante la cual, de alguna manera, hay que hacer justicia. He ahí la primera motivación de este trabajo.

En el segundo tomo de la Antología crítica de la poesía chilena de Naín Nómez, éste afirma que: “Winétt de Rokha ha sido doblemente oscurecida por la crítica literaria chilena: por ser esposa de Pablo de Rokha, y por escribir una poesía que oscila entre el optimismo casi ingenuo de sus primeros poemas, la protesta social de su segunda etapa y el surrealismo casi críptico de sus últimos textos” (4). Concuerdo con él en la primera razón, pero coincido sólo parcialmente con la segunda, pues considero que epítetos utilizados por la crítica para identificar su poesía tales como “intimismo trascendental” o “difícil originalidad”, han sido a fin de cuentas solo estereotipos que dicen muy poco y que a veces ocultan, tal como la sombra de su marido, una lectura más acuciosa y problematizada de su creación. Y aunque una lectura analítica, fundamentalmente concentrada en sus poemas, aclararía estos términos acuñados para identificar su obra, en esta ocasión me propongo dar a conocer a la persona y al personaje Winétt y desplegar algunas de las circunstancias que dan cuenta de ella y su creación. Es por ello que en este acercamiento asumo una lectura en la que separación entre sujeto que crea y objeto creado, o en términos más amplios, entre vida y obra en la creación artística es siempre una línea difusa, considerando que lo era aún mucho más en los tiempos de la autora, tiempos vanguardistas en donde la ruptura de este binarismo era una consideración programática.


ALGO ACERCA DE SU VIDA

Luisa Victoria Anabalón Sanderson, Juana Inés de la Cruz, Marcel Duval Montenegro, Federico Lagarraña, Winett de Rokha, son diferentes nombres para esta mujer nacida en Santiago de Chile el 7 de julio de 1894(5), que fue hija del general de ejército Indalecio Anabalón y Urzúa, y de doña Luisa Sanderson Mardones, señora a quien gustaba resaltar un noble origen con su título de condesa de Valle Umbroso. Tuvo un solo hermano, el jurista Carlos Anabalón Sanderson, hombre público de esos tiempos, quien llegó a ser presidente de la Corte Suprema. Desde muy pequeña Winétt mostró grandes aptitudes artísticas, ya sea plásticas, musicales y literarias. Es por ello que sus padres le tomaron clases de piano cuando era apenas una niña de tres años y llegó a ser una gran intérprete, aunque sabemos por su hija Lukó, que su carrera musical quedó interrumpida al irse de la casa de sus padres y no tener nunca más un piano para practicar.

Muy gravitante en su vida, y en especial en su vida literaria, fue su abuelo materno, Domingo Sanderson, irlandés, contratado por el gobierno de Chile para trabajar en las minas del norte quien fue, además de políglota y gramático, traductor de Safo y Ovidio y de quien “recibió la poeta el amor por la cultura griega, el romanticismo de Byron, y el rechazo por el catolicismo beato.” (Nómez, 122). En el poemario Oniromancia (1936-1943) podemos leer un largo poema de la nieta dedicado al abuelo. Señalo algunos versos; en la estrofa siete:

Tres o cuatro fechas y en la memoria de algunas
estampas, una visión equívoca,
eso, de Domingo Anderson, el políglota,
libros, y libros a la espalda, con ellos de casa en casa,
libros y libros y libros,
con ellos de pensión en pensión, encajonados, llovidos,
rodando, acumulados como piedras de piedra,
dolor y cansancio y libros, escrituras y escrituras en
caligrafía de dolor y sueños. ….

Y el poema termina diciendo:

Abro los brazos estrechando lo inútil inconmensurable:
mitos, libros, ríos, libros, desengaños, libros, libros, libros,
tú y yo entre los doscientos crepúsculos.

Sabemos también que Winétt realizó sus estudios en el Liceo Nº 3 de Niñas de Santiago de Chile, que fue desde pequeña amiga de las letras, que se destacó durante toda su etapa estudiantil como la mejor alumna en la asignatura de castellano, y que fue gran lectora de Balzac, Walter Scott, Nerval. Además, que se destacaba por su belleza y mirada melancólica, rasgos que se aprecian en las fotos que de ella se conservan, que son mencionados por los críticos, y que también fueron cantados por Pablo de Rokha como vemos, a manera de ejemplo, en estas dos primeras estrofas de su conocido poema titulado “Círculo”:

Ayer jugaba el mundo como un gato en tu falda;
hoy te lame las finas botitas de paloma;
tienes el corazón poblado de cigarras,
y un parecido a muertas vihuelas desveladas,
gran melancólica.

Posiblemente quepa todo el mar en tus ojos
y quepa todo el sol en tu actitud de acuario;
como un perro amarillo te siguen los otoños,
y, ceñida de dioses fluviales y astronómicos,
eres la eternidad en la gota de espanto.

Otro testimonio de la admiración que tenía Pablo de Rokha por la belleza de su esposa quedó estampada en el epitafio que grabó en su tumba: "Aquí duerme y crece para siempre la más hermosa flor de los jardines del mundo: Winétt de Rokha".

En 1915, Luisa Anabalón Sanderson envía a Talca de regalo su libro de poemas Lo que me dijo el silencio al joven poeta, que tiene su misma edad, Pablo de Rokha (que en realidad se llamaba Carlos Díaz Loyola). Éste, al leer sus versos y ver su foto le contestó a vuelta de correo: “La belleza de tus poemas, / es la expresión de tu figura.” Y decidió viajar a Santiago y presentarse en su casa y casarse con ella. Así, en 1916, contraviniendo el deseo de su padre, Luisa contrajo matrimonio con el poeta, tras lo cual adoptó el nombre de Winétt de Rokha. De allí en adelante vivieron juntos 36 años, hasta la muerte de ella en 1951.

Al leer la obra, tanto de Winétt como de Pablo de Rokha, puede apreciarse que su vida familiar está entreverada con su producción literaria. Tuvieron nueve hijos, dos de los cuales murieron muy pequeños, Carmencita fallecida a los siete meses (mencionada en el poema largo “Choncaita” en Cantoral: “Su llanto de árbol en tiniebla,/ es encogido y amargo;/ Y su cuerpecito no pesa más que una golondrina [...] Yerbas con olor a tierra húmeda/ y a toronjil,/ aroman su aliento de fantasma”, y Tomás su hijo que murió a los dos años, y que Winétt en “Canción de Tomás, el ausente” termina diciendo: “Voy a deshojar los innumerables pájaros/ para tu navío de sombra”. Luego están los otros siete, que a lo largo de los años resultaron todos de alguna manera vinculados con el arte y la poesía. Tenemos, entonces, ahora en boca de Pablo, el padre, a Carlos: quien “Traía(s) sobre la frente escrita, con significado trágico, la estrella roja y sola de los predestinados geniales.”(6) Lukó: “en la cual estalla, como un siglo, la granada azul de la pintura”. Juana Inés: “que encontró la cadena de jacintos divinos, que une panales y guitarras en una y sola luz de melodía”. José: “el cual araña las entrañas de Dios con la caricatura”. Pablo: “que habrá de forjar estupendos edificios libertarios para que habiten los futuros hombres rojos”. Laura: “aterrándome a la orilla de un nido de perdiz edificado en la poesía y, por último, Flor: “expresión del sol y el mar en un capullo, en el que resuenen los pasos helados de los antepasados”. (7)

Se sabe, y como es de suponer, que Pablo y Winétt, no tuvieron una vida fácil para mantener esta numerosa familia, y que llevaron una existencia marcada por frecuentes cambios de vivienda e incluso de ciudad dentro de Chile -Santiago, San Felipe, Concepción, Valparaíso-, así como de permanentes separaciones, más o menos extensas, debido a las ausencias del padre de familia que viajaba continuamente llevando para la venta enormes paquetes de libros y pinturas. De alguna manera, podría decirse que el estereotipo del esforzado padre proveedor y de la abnegada madre que cuida de la familia, funcionó como estrategia de supervivencia para el pequeño clan, pero una mirada un poco más atenta, fractura esta clasificación a la hora de dar cuenta de su convivencia. Por una parte, es cierto que la situación financiera del matrimonio Díaz-Anabalón (que fue de altos y bajos, pero al parecer más bien de bajos), dependió del resultado de las gestiones económicas del dueño de casa, estaremos de acuerdo en que ser vendedor ambulante de la producción artística familiar, no calza mucho con un típico ‘pater familias chilensis’ del siglo pasado. Asimismo, es bueno recordar que esta función de macho proveedor estaba matizada por la exuberancia de comilonas de antología con amigos y disputas memorables con enemigos. Por otra parte, la imagen de Winétt como melancólico ángel del hogar, como esposa dedicada sólo a su casa y al cuidado de los hijos, está también matizada, entre otras cosas, por su vida pública de fuerte compromiso social, como por la intensa relación con Pablo, relación de amante y compañera. (Hay testimonios de miembros de la familia y amistades, que dicen que frente a ella Pablo de Rokha era “sólo un humilde poeta enamorado”(8)). Se sabe, entonces, que sin importar las dificultades financieras, en la casa de los Díaz Anabalón siempre hubo servicio doméstico para que ayudara a Luisita, (como la llamaba Pablo) en los trabajos de la casa y a cuidar de los niños. A este respecto, Lukó de Rokha me señaló literalmente:

A mí papá le interesaba que ella escribiera lo de ella, que hiciera su trabajo, pero cosas domésticas, jamás. En la casa podían faltar muebles y muchísimas cosas, pero había tres empleadas, una era la cocinera, que era la principal, que duró años y se llamaba María Trujillo y le decíamos la Trujillo, otra que se llamaba Clemira Hijada; había otra que era la niña de mano... Cuando estaba mi padre, mi madre no podía agarrar esto y ponerlo ahí. Ella podía escribir no más, ella sacaba todo en limpio. Ella era la que escribía a máquina, sobre todo para ayudarle con la revista Multitud. Mi papá le dictaba y ella escribía a máquina. Ella era la que se carteaba con toda la gente en el mundo, pues hablaba y escribía inglés y francés perfectamente. Ella era la que se carteaba y contestaba todas las cartas. Mi papá jamás contestó una carta a nadie, sólo lo hacía con su mujer y sus hijos.(9)

Se sabe también que:

Cuando Pablo viajaba, el ambiente hogareño se relajaba, ya que Winétt era una madre extremadamente consentidora: a los niños les permitía comer sus alimentos preferidos, incluso a deshora, y se violaban también los rígidos horarios establecidos para acostarse y levantarse. Winétt se volvía cómplice de los menores y no era raro que fuese sorprendida en esta conducta por su marido, que en ocasiones se devolvía inesperadamente a buscar algo. Una de sus nietas la recuerda hoy como una niña pillada en falta, caminando nerviosa a abrirle la puerta, recitando: "Al hombrecito algo se le quedó, cocorocó, cocorocó, ya voy, ya voy".(10)

En el ámbito de las relaciones sociales, Winnét de Rokha junto a su marido e hijos, recibían en el caserón familiar a los más variados personajes de la escena literaria chilena, entre los que también se contaron los poetas Enrique Lihn y Stella Díaz Varín en sus años muy mozos; pero además Winétt tenía amigas con quienes compartía en forma más personal. Dentro de los nombres más recurrentes estaban los de la escritora Inés Echeverría (Iris) y la poeta Blanca Luz Brum, y además recibía una gran cantidad de escritores jóvenes que iban a la casa a mostrarle sus escritos en busca de consejo y aprobación.

Su nieta mayor, Sonia Tagle, (hija de Juana Inés), quien prácticamente vivió en la casa familiar con sus abuelos durante su infancia, comenta también que recuerda a su abuela como una gran lectora, especialmente de los simbolistas rusos Puskin, Dostoievski, Turgeniev, Tolstoi, y que todas esas lecturas influyeron en los gustos literarios de varios miembros de la familia. Literalmente nos dice que: “la idea que yo tengo de aquella época, y de los relatos que circulaban, era que mi abuela era una mujer simpática, conversadora, siempre al día, gran lectora, muy internacional; se carteaba con este y este otro, en todas partes del mundo, y escribía unas cartas extensas con una letra muy dibujadita, que envidiaba e intentaba imitar”. (11)

Por otra parte, en el ámbito político, Winétt de Rokha fue una mujer comprometida y de avanzada para su época. Junto a Pablo de Rokha hicieron posible la revista Multitud cuyas consignas eran, entre otras similares: “Por el pan, la paz y la libertad del mundo”, o bien “Revista del pueblo y la alta cultura”.(12) Allí colaboraron escritores de la talla de Rosamel Del Valle, Ricardo Latcham, Juan Godoy, Enrique Gómez-Correa y Teófilo Cid. Winétt trabajó como consejera y propulsora de la revista, e incluso ella misma distribuyó ejemplares en numerosas provincias del país, para más tarde gestionar su distribución internacional. Por otra parte, dentro de Cantoral, se incluye "Lenin"(13), y también se sabe de la polémica de Winétt con el escritor polaco Witold Gombrowicz el año 1946, pues diferían acerca de los temas que pueden ser tratados en la literatura, la relación que debe existir entre el pueblo y el arte y, más específicamente, acerca de métrica y ritmo en la poesía. Sus teorías estéticas que atacaban el arte puro y defendían el compromiso social del arte, se publicaron en un periódico argentino de la ciudad de Córdoba. En esta carta abierta de Winétt a Gombrowicz podemos leer afirmaciones tales como:

El verdadero poeta no se interesa de epatar burgueses ni de impresionar snobs causados por civilizaciones en derrumbe. [...] No es posible imaginar a un señor de melena, con piojos, sin afeitarse, escribir loas a la amada inmóvil o la luna, cuando las muchedumbres aterradas de Europa y Asia van por los caminos como perros desterrados, hambrientos, esqueléticos, enfermos de dolor e impotencia. [...] El “Ulises” de Joyce me parece una de las obras cumbres de un siglo. No me aburre por exceso de técnica. Pienso que Joyce fue un artista – psicólogo producto necesario, de superficie, de aquella Inglaterra hipócrita y falaz que hubo de desterrar siempre a sus genios: Byron, Wilde, Joyce. [...] La rosa, el amor, la noche, los lirios, existirán siempre que el poeta sepa ubicarlos dentro de un estilo nuevo y se les dé la distancia y la perspectiva necesaria que necesitan todas las cosas para existir en el mundo del Arte verdadero.

Otro hecho muy importante en la vida de Winétt es el largo viaje que inicia en 1942 junto a Pablo de Rokha, en el que recorrieron diecinueve países americanos, incluyendo México y Estados Unidos. Existe un abundante material fotográfico y de prensa donde puede verse al matrimonio de Rokha, juntos y por separado, dando conferencias y recitales, o bien en paseos y cenas con otros artistas y escritores. Recibieron homenajes de diverso tipo ya sea en Ecuador, Perú, Venezuela, Colombia, Argentina, y otros países. El titular que recojo de un diario de Quito “Una poetisa y un poeta chilenos se encuentran en nuestra ciudad y darán conferencias”, se repite muchas veces en distintos lugares.

Es interesante establecer, aunque sea muy someramente esta vez, la particularidad de este viaje con respecto a los viajes de escritoras y escritores chilenos e hispanoamericanos a comienzos del siglo pasado, tales como los chilenos Vicente Huidobro (1893-1948), Juan Emar (1893-1964), Marta Brunet (1897-1967), María Luisa Bombal (1910-1980), y el peruano César Moro (1903-1956) o el ecuatoriano Alfredo Gangotena (1904-1944), entre otros. Para todos ellos la dirección estaba orientada hacia Europa, y el puerto obligado de llegada era París, la Meca del arte y la bohemia para estos jóvenes sudamericanos. En el caso de Winétt de Rokha es diferente, en primer lugar, no es una joven escritora que se dirige a la ciudad luz para empaparse del arte nuevo, sino una respetable señora de casi cincuenta años, que viaja con su marido y que deja siete hijos e incluso nietos de diferentes edades en casa. Por otra parte, no va a un punto fijo, sino que este viaje tiene un carácter premeditadamente itinerante, casi como una “campaña poética- política” pues el objetivo central del recorrido tanto tiene que ver con la literatura como con el compromiso social. Por último, sabemos que al regreso de este viaje, siete años después, en 1949, Winétt de Rokha ya se encontraba gravemente enferma. Finalmente falleció producto de cáncer el 7 de agosto de 1951.

Pero antes de terminar este somero recuento de su vida, no puedo dejar de ligar este viaje por el mundo del continente americano, con el constante viaje que la pareja vivió dentro de Chile, de casa en casa, de ciudad en ciudad, fundamentalmente por razones económicas y laborales. Es claro entonces que los viajes de los jóvenes o no tan jóvenes chilenos entre baúles y vapores que van y viene de París, no tienen mucho que ver con esas estaciones de trenes de provincia, con más canastos y maletas destartaladas que baúles tipo ropero para cruzar el océano. Aunque no es el momento de intentar una respuesta, considero interesante preguntarse acerca de cómo influye esta diferencia social y económica (aunque pareciera ser en este caso fundamentalmente económica) del contexto del artista en la creación de la vanguardia chilena.

Después de lo expuesto podría decirse con justeza que Winétt de Rokha, tanto en el ámbito personal como en el público, fue una mujer cuya vida y obra, fuertemente entrelazadas, se resiste a clasificaciones simplistas. De filiación más bien tradicional, pues proviene de una familia católica observante de la “sociedad santiaguina” del 1900 -que como vimos incluso tenía aspiraciones de alta nobleza-, opta a lo largo de su vida por el amor de pareja, con sus penas y alegrías, por el arte como forma de vida, y por afiliarse a ideologías que decididamente buscan la justicia social y van en contradicción con su medio social de origen. Como afirma el poeta Francisco Véjar: “Perteneciente a una familia de fervientes lectores, Winétt supo fundar otra que asimismo originó grandes artistas y poetas con un papel preponderante, tanto en Chile como en el exterior”(12). Termino este recorrido personal y familiar de Winétt con una confidencia que ella les hizo a sus hijas poco antes de morir y que Lukó recuerda hasta el día de hoy de memoria. Reproduzco literalmente:

Antes de morir nos llamó a las cuatro hijas mujeres y nos habló: “Sé que ustedes todos han disimulado muy bien, pero sé que me voy a morir. Pero no lloren por mí, no me lloren, porque resulta que yo he sido una mujer que ha tenido los mejores hijos y el hombre más maravilloso del mundo, y he sido la mujer más amada del mundo. Hubiera querido ver a mis nietos crecidos, pero eso no podrá ser.”(14)

ALGO ACERCA DE SU OBRA

Su producción literaria se inicia con la publicación de textos en las revistas Zig-Zag (donde escribe algunos versos dedicados a San Francisco de Asís), y Numen, bajo el nombre de L. Anabalón Sanderson. Posteriormente, en 1915, firmando con el seudónimo de Juana Inés de la Cruz, presentó sus dos primeros libros: Horas de sol, “colección de prosas que dan cuenta de una personalidad inquieta y romántica, como sostiene Manuel Magallanes Moure en el prefacio al libro” (Véjar) y el poemario Lo que me dijo el silencio. El año 1917 es incorporada en la antología Selva Lírica.(15) Luego le siguen: Formas del sueño (1927), Cantoral (1925-1936) publicado en 1936 y que incluye el poemario anterior; Oniromancia (1936-1943), El valle pierde su atmósfera (1949), poemario publicado primero como parte de Arenga sobre el arte junto con Pablo de Rokha, y Suma y destino (1951). Este volumen contiene su obra poética anterior e incluye el poemario póstumo, Los sellos arcanos, más un prólogo de Juan de Luigi, el borrador en facsímil de la carta a Gombrowicz. También presenta Prolegómenos a una gran expresión de América, que es un extenso dossier acerca de la obra de Winétt recopilada por Pablo de Rokha, y se cierra con una sección que bajo el título Cronografía muestra un no despreciable archivo fotográfico. En forma póstuma se publica Antología, también de poemas y Mundo de figuras, que contiene teatro, novela, ensayo, cuentos y artículos polémicos, ambos libros publicados en 1953.

Si tuviésemos que contextualizar la obra poética de Winétt de Rokha dentro de la creación de otras mujeres de su época tales como Mariana Cox Stuven, Shade, (1882-1914), Inés Echeverría Larraín, Iris, (1869 1949) o Teresa Wilms Montt (1893-1921), se puede apreciar que esta no calza con el denominado “espiritualismo de vanguardia” (término acuñado por Iris) que las caracteriza, ni tampoco dentro del “feminismo aristocrático” que apunta y desarrolla Bernardo Subercaseaux.(16) Cabe preguntarse si nuestra autora forma parte de la sensibilidad estética, visión de mundo y modo de vida de estas mujeres de la aristocracia chilena de comienzos del siglo veinte. Considero cuestionable que la obra de Winétt de Rokha forme parte de este universo pues ella, al contrario, evoluciona desde una sensibilidad espiritual y específicamente de religiosidad cristiana católica, hacia una concepción laica y materialista tanto en su concepción del arte como en su relación social y política con el mundo. En su carta a Gombrowicz el año 1946 ella afirma:

“La forma religiosa, en poesía, es la administración del yo, sirviéndole, esa poesía de estallido y defensa propia. La forma laica es el arte colectivo, o sea, el marxismo” pero luego, matizando una postura tan pragmática continúa, “Los poetas no necesitan vinculaciones ex profeso con el medio porque si son poetas están vinculados de hecho con su época y con la humanidad que los rodea. Sin ello serían inexistentes. El arte no puede ni debe descender a las masas, esto sería despreciarlas. Son las masas las que deben ascender hacia el arte”.

Podría pensarse, más bien, que la afiliación de Winétt de Rokha está más cercana al quehacer y creación de mujeres de sectores medios tales como Olga Acevedo (1895-1970) y Gabriela Mistral (1889-1957), o intelectuales como Eloísa Díaz (1866-1950) y Amanda Labarca (1886-1975), que como sabemos es una figura ineludible en el pensamiento feminista chileno por su eficiente lucha en favor del desarrollo intelectual y la participación social de la mujer. ¿Coincidiría la vida y obra de Winétt con ellas? Puedo decir que parcialmente, pues dentro de la disputa cultural entre tradición y modernidad que se vive en la época, nuestra autora está dividida entre una “marca de clase” dada por una filiación de origen que la vincula a un grupo social determinado, y sus opciones personales que la van afiliando a otras realidades a lo largo de su vida. En este sentido, si acudimos a la división que Subercaseaux establece del discurso feminista de la época entre uno aristocrático cristiano -donde estaría el primer grupo- y otro más bien mesocrático y laico -donde podrían ubicarse las segundas-, Winétt de Rokha pertenece al primero por filiación, pero se afilia al segundo por opción.(17)
Por otra parte tenemos a una Winétt que escribe poemas a Lenin, y con referencia a España, da mitines antifranquistas y dedica también poemas a La Pasionaria, otro al «Frente Popular 1937»(18) y uno dedicado a los niños de la Unión Soviética que tuvo muchísima difusión y del que destacamos algunos versos:

Hacia su corazón de flor, los huracanes
del mundo y sus ocasos,
niño de azul entraña, dulce,
encendida al sol del norte, del oriente,
proletario de mañana, dueño del trigo,
del pan, del techo alegre de palomas
y el cielo para la ventana.

Ahora bien, si hacemos un breve itinerario de la recepción de su obra literaria, tendríamos que datar su consagración oficial como poeta con la inclusión en Selva lírica, el año 1917. Allí, bajo el nombre de Juana Inés de la Cruz, en una sola página, se aprecian: una foto de estudio que realza su belleza, una breve reseña de su creación, dentro de la que se mencionan Horas de sol y Lo que me dijo el silencio, y tres breves poemas. El tenor de la reseña es elocuente desde la primera línea: “A rivalizar con los portaliras de este país llegaron Gabriela Mistral, Victoria Barrios, Olga Azevedo, Berta Quezada, Aída Moreno Lagos, Juana Inés de la Cruz. (Este último es un pseudónimo que nada tiene que ver con el nombre de la sermoneadora sor y poetisa mejicana)” para, luego de algunos comentarios acerca de su obra poética, expresar que: “Juana Inés de la Cruz habla, a media voz, de un romance casi platónico, casi extraterreno. Su frase es titubeante; pero extraña el germen de un estilo nutrido de expresiones vagas, imprecisas, como la sensación que ella trata de producir de lo misterioso, de lo indefinible. Su literatura es reminiscente; pero ya se diseñan en ella muñones de alas propias”(19), para rematar diciendo”: “Gabriela Mistral, ya consagrada, posee un estilo varonil; Juana Inés de la Cruz, incipiente aún, es intensamente femenina” (437).

En la antología de Oreste Plath Poetas y poesía de Chile, publicada el año 1941, también se hace una interesante mención de nuestra autora pues, además de la publicación del extenso poema, “Santiago ciudad”, y de “Abrazo o racimo”, ambos textos de Cantoral, el autor afirma que desde Formas del sueño (1927), su obra tiene un valor que “la muestra definida en la poesía de vanguardia chilena” (Plath, 51). Por otra parte, Antonio De Undurraga también la incluye en su Atlas de la poesía en Chile (1958), y aunque incluye cuatro poemas de Cantoral (“Cabeza de macho”, “Ley de Moisés”, “Vida de Virgilio” y “Amarilla y flor de agosto”) la valida como poeta solo debido a la influencia de su marido:

Pronto, el destino la identifica y funde, en matrimonio, a la órbita de un poeta: Pablo de Rokha. Y su espíritu en contacto con un barroco que busca el gigantismo, dotado de esencias afrodisíacas (según concepto de Nietzsche) y dialécticas, coge nuevos volúmenes líricos y se desenvuelve en un segundo período exento de convencionalismos.

Siguiendo este recorrido de la recepción de su poesía, Juan de Luigi es uno de los primeros y más atentos lectores de su obra. De él son los prólogos, tanto de Suma y destino (1951), como el de la antología de su obra poética publicada después de su muerte en 1953. Destaco dos citas, en la primera de Luigi, al contrario de la visión de De Undurraga, delimita la creación de Winétt en relación a la de su marido diciendo: “pareja inseparable en la vida y que la muerte ha deshecho; personalidades distintas en el arte, distintas no en su origen artístico ni en sus metas populares; pero sí en su ritmo, en su esencia, en sus métodos creadores, en el sello de su poesía”.(20) Y luego con respecto a la poesía propiamente tal afirma que: "Winétt crea mediante asociaciones esenciales; lo perceptible material se extiende y se une con elementos puramente mentales que adquieren forma, color y peso" (Antología, XXVIII).(21)

Si avanzamos a la década siguiente, una selección de poemas de la autora aparece en la antología La mujer en la poesía chilena (1963)(22). En la presentación que antecede la selección de los poemas incluidos se afirma que, a diferencia de El valle pierde su atmósfera (1951) que se denomina como un “poema madurado en las sombras movedizas de lo onírico y lo subjetivo”, de sus tres libros anteriores –Formas del sueño (1927), Cantoral (1936) y Oniromancia (1943)- se dice que “el trazo del verso es más cotidiano, casi objetivo. Acaso sea una pintura a veces, donde el color destaca, asoma su rostro ya doloroso, ya alegre”. Y si seguimos avanzando en el tiempo y llegamos a la década de los noventa, en otra antología que la incluye, la de Eugenia Brito (1998)(23), se la presenta como una de las mujeres que con éxito introduce la temática social en la poesía, pero se agrega también que: “Asimismo, es la primera de un conjunto de mujeres en hacer entrar en la observación de los objetos de la naturaleza y del paisaje humano la arista que hace quebrar un estado de las cosas para hacer intervenir una dimensión “otra” que convierte la primera en una especie de alegoría”.

Para concluir, me interesa destacar que las percepciones críticas anteriores acerca de la obra de Winétt de Rokha también la validan como una gran autora. Una creación que liga y une lo esencial - mental con lo material, hasta el punto de percibirse en el texto poético “forma, color y peso”, como afirma de Luigi; una poesía de verso cotidiano donde el trazo, casi objetivo que presenta poemas que pueden parecer pinturas y donde destaca el color, asomando un “rostro ya doloroso, ya alegre”, como se establece en la antología de los años sesenta y, por último, la referencia en la antología de Brito de una poesía que se relaciona con los objetos, ya sea de la naturaleza o del “paisaje humano”, y que es capaz de observar la realidad desde una “otra” perspectiva, confirman la necesidad de difundir y leer más acuciosamente la obra de esta poeta. Y no solo por el valor que contiene esta creación en sí misma, sino también por la dimensión que adquiere dentro del contexto en que se sitúa, y por todas las implicancias que su poesía desplegó y sigue desplegando en el medio cultural chileno y latinoamericano.

Me atrevo a afirmar que Winétt de Rokha tuvo una vida inédita y creó una obra sorprendente e inquietante que aun se resiste a ser clasificada dentro de los estereotipos que nos ayudan a ordenar la realidad. Fue una mujer en donde el yo fue siempre ella y “otra”. Mujer en la que dialogan muchas mujeres: la hija, la nieta, la amante, la madre, la artista, la que piensa acerca del arte, la luchadora por la justicia social. Y fue la creadora de una obra en la que conviven, ya antes de entrar en ella, diferentes autorías: nombres femeninos, masculinos, de pintor, de monja. Fue una poeta capaz de crear con la palabra voces que rompen los límites entre lo visual y lo espacial, lo lingüístico y lo temporal, a través de una escritura poética moderna, vanguardista, y donde los pensamientos se esquematizan hasta el último límite, la descripción se reduce a uno o dos términos justos, precisos y las imágenes se convierten en verdaderas concentraciones de pensamientos.

En otras palabras, considero que Winétt de Rokha, explotando el tema mínimo y escanciando en vaso pequeño, como se comenta en Selva lírica ya en 1917, en un gesto que va mucho más allá de sus alegrías y dolores personales, fue capaz de plasmar sobre la página variados objetos, retratos o escenas cotidianas, que muestran los lados luminosos u oscuros de la realidad personal y social en un estilo propio, independiente, que aunque no estemos plenamente conscientes todavía, ha hecho escuela dentro de la poesía chilena e hispanoamericana.

María Inés Zaldívar
Pontificia Universidad Católica de Chile



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BIBLIOGRAFÍA

- Brito, Eugenia. Antología de poetas chilenas. Confiscación y silencio. Santiago: Dolmen, 1998.

- De la Cerda E, María Soledad. “Pablo de Rokha, la fragilidad de un duro”, Revista Qué pasa, (3 de Febrero de 2002).

- De Undurraga, Antonio. Atlas de la poesía de Chile. Santiago de Chile: Editorial Nascimento, 1958.

- Lizama, Patricio. Jean Emar. Notas de Arte. Santiago de Chile: RIL, Dibam, 2003.

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- Nómez, Naín. Antología crítica de la poesía chilena. Tomo II. Santiago: LOM ediciones, 2000.

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- Rokha, Pablo de. El amigo piedra. Autobiografía. Santiago de Chile: Pehuén Editores, 1989.

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___. (Firmado como Juana Inés de la Cruz). Horas de Sol. Santiago 1915. (Colección de prosas breves, con prefacio de Manuel Magallanes Moure) editorial no identificada.

___. (Firmado como Juana Inés de la Cruz), en Selva lírica : estudios sobre los poetas chilenos de Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya, (O. Segura Castro), (1ª edición) Santiago de Chile: Soc. Imp. y Lit. Universo, 1917; (2ª edición, facsimilar). Santiago : LOM Ediciones, Dibam, 1995. xxv, 488 p.

___. Formas del sueño. Santiago: Kloo, Editor, 1927.

___. Cantoral. (Portada de Pedro Olmos), Santiago, 1936. sin editorial identificada

___. Oniromancia. (Portada de Lukó de Rokha) Santiago de Chile: Editorial Multitud, 1943.

___ y Pablo de Rokha. El valle pierde su atmósfera. Incluido en Arenga sobre el arte. Santiago de Chile: Editorial Multitud, 1949.

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- Steiner, Wendy. The Colors of Rhetoric. Chicago: University of Chicago Press,1985.

- Subercaseaux, Bernardo. Genealogía de la Vanguardia en Chile. Santiago: Ediciones Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad de Chile. Serie estudios, 1998.

___. Inés Echeverría (Iris) Alma femenina y mujer moderna. Antología. Santiago: Cuarto propio, 2001.

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- Urzúa, María, Adriasola, Ximena. La mujer en la poesía chilena. Santiago de Chile: Editorial Nascimento, 1963.

- Véjar, Francisco. “Poeta y musa de alto vuelo”. Revista de Libros Diario El Mercurio, sábado 18 de mayo, 2002.

- www.memoriachilena.cl



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NOTAS



(1) La presente introducción es una reescritura del texto “Winnét de Rokha y la vanguardia en Chile” aparecido en Anales de literatura chilena Nº 6 año 6, diciembre 2005.

(2) El texto que utilizaré como referencia en las citas de los poemas de Winétt de Rokha será: Suma y destino, poemas. Santiago de Chile: Editorial Multitud, 1951.

(3) Ver en Francisco Véjar, “Poeta y musa de alto vuelo”. Revista de Libros Diario El Mercurio, sábado 18 de mayo, 2002.

(4) Ver en Naín Nómez. Antología crítica de la poesía chilena. Tomo II. Santiago: LOM, 2000.

(5) Adoptaré su nombre Winétt de Rokha, o simplemente Winétt para referirme a la autora. En una entrevista que sostuve en noviembre del 2004 con su hija Lukó de Rokha, pude aclarar algunos aspectos respecto al nombre Winétt. Según ella, este fue simplemente un nombre inventado por sus padres por considerarlo bonito, especial, tal como lo hicieron con su propio nombre Lukó. Es interesante considerar que en la intimidad y la vida familiar, Pablo de Rokha siempre y hasta el final de sus días la llamó Luisita. Con respecto a su fecha de nacimiento, en algunas biografías Winétt aparece nacida en 1892 y otras en 1896, pero Lukó asegura que tanto su padre como su madre nacieron el mismo año, 1894.

(6) Cita tomada de Carta perdida a Carlos de Rokha. En Pablo de Rokha. Epopeya del fuego. Antología. Santiago: Editorial Universidad de Santiago, 1995.

(7) Las citas, desde la de Lukó hasta la de Flor, la menor, fueron tomadas de: María Soledad de la Cerda. “Pablo de Rokha, la fragilidad de un duro” en Revista Qué pasa, 03 de Febrero de 2002.

(8) Ibid.

(9) Parte de la entrevista que sostuve con Lukó de Rokha el 2 de noviembre del 2004.

(10) Ver en María Soledad De la Cerda. “Pablo de Rokha, la fragilidad de un duro”. Revista Qué pasa, 03 de Febrero de 2002.

(11) La información presentada forma parte de la entrevista que sostuve con Sonia Tagle el 20 de abril del 2007.

(12) La revista Multitud, cuyo primer número apareció en enero de 1939, estuvo -en términos generales- dedicada a la difusión de valores antifascistas. Asimismo, se posicionó como un atento testigo de la realidad política, económica y social de nuestro país. (cfr. Página web memoriachilena.cl)

(13) En Suma y destino, en la sección Cronografías y bajo la foto de un recorte de periódico que contiene el poema “Lenin” de Winétt de Rokha, aparece el siguiente texto: “Publicado en 1936 y traducido a varios idiomas, el “LENIN” de Winétt de Rokha es el primer poema que produce la lengua hispana sobre el héroe mundial y es ella la primera mujer que canta a la gran figura del siglo XX, a la altura de su enorme jerarquía”. Ver en página XLIX.

(14) Tomado de entrevista del 2 de noviembre de 2004.

(15) Esta antología, que fue realizada por Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya y publicada originalmente en 1917 bajo el título Selva Lírica. Estudios sobre los poetas chilenos, es un extenso tomo de 488 páginas que fue reeditada recién en 1995, en edición facsimilar.

(16) Ver en Genealogía de la Vanguardia en Chile, (1998); Inés Echeverría (Iris) Alma femenina y mujer moderna. Antología (2001); e Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Tomo III. El centenario y las vanguardias (2004).

(17) Dos ejemplos que pueden ilustrar esta dualidad son: por un lado la elegancia en el vestir de Winétt de Rokha (que incluía guantes y sombrero cuando la ocasión lo ameritaba), confirmada tanto por el testimonio fotográfico que quedó, como por sus hijas, que aseguran que su madre vistió siempre de punta en blanco, elegante y distinguida tanto dentro de su casa como en lugares públicos. A este respecto Lukó me relata que, aunque sus abuelos no le facilitaron el piano que su madre siempre tocó en su infancia y primera juventud, al salir de la casa paterna, su abuela se preocupó con extremo cuidado de que Winétt vistiera como correspondía según ella, a “su clase”.

(18) El poema “Frente popular en 1937” finaliza diciendo; “¡Por la aurora de tus reivindicaciones, multitud!/ por el pan y la libertad obreras,/ por los puños sagrados de tus trabajadores”(119).

(19) Es curioso anotar que esta expresión tener “muñones de alas propias”, remite al cuento –muy posterior- de María Luisa Bombal; específicamente a la situación de la mujer/gaviota de “Las islas nuevas”.

(20) Cita tomada de, Winétt de Rokha. Antología, poemas. Santiago de Chile: Editorial Multitud, 1953. página XXIII

(21) Un ejemplo que pone de Luigi es el poema "Santiago, Ciudad", donde dice: "Ciudad americana, atrevida y triste, / te ciñe un cerco alto, desde donde te cae / aquel influjo blanco y boreal de las nieves calladas. / Torres como llamas, rascacielos que iluminan la tarde, / avenidas hacia el horizonte, plazas amorosas, campanarios de ayer".

(22) Ver en María Urzúa y Ximena Adriasola. La mujer en la poesía chilena. Santiago de Chile: Editorial Nascimento, 1963.

(23) Ver en Antología de poetas chilenas. Confiscación y silencio. Santiago: Dolmen, 1998.