viernes, 29 de mayo de 2009

ELEGÍA A CARLOS DE ROKHA

ELEGÍA A CARLOS DE ROKHA

No hubo dolor en el momento justode oír sobre tu muerte. Fue como si tú mismo la hubieras anunciado en uno de esos absurdos llamados telefónicos que solías hacer a tus amigos:una broma sangrienta.Y la inocencia que, a esas horas, se volvía irritante, la cigarra de una voz chirriandoen la paja seca del día. No hubo dolorpero sí, Carlos, la inmediata certezade que contigo se eclipsaba la nochesobre el desierto de un día estable y es como si cayeraun poco de ceniza del cielo sobre tierras eriáceas.

Me he llamado a lo real. Pero qué peso insoportabletendría ahora un guijarro sobre la palma de la mano. Todas, todas estas pobres historiasdiurnas no son sino desgarradoras. Aquí, también, esta visión confusa y demasiado nítida de caras conocidas.Si la vida no es más que una locuralo que importan son los sueños y aún el delirio, la mentira piadosade las palabras en libertad arrojadasal millar de los vientos nocturnos,como en tu poesía: la oscuridad vidente:palabras como brasas, balbuceos del fuego.

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