jueves, 16 de julio de 2009

PABLO DE ROKHA: LA TERNURA Y LA FURIA

10 de Septiembre de 1968. Un día como hoy pone fin a sus días el poeta Pablo de Rokha. Es por esto que en el marco de la conmemoración de los 40 años de su muerte, hemos decidido publicar este artículo en su memoria.

“yo no me sujeto a reglas, y por eso no tengo estilo” -Pablo Picasso-

Las páginas centrales de una revista chilena ya extinta, muestran unas fotografías en gris y negro que revela una historia sombría: el éxodo de desplazados – refugiados llegando desde otras fronteras. Son desposeídos y arrojados de sus hogares por los habitantes de esos pueblos. Pocos llevan más que sus trajes raídos; muchos están enfermos y hambrientos. Algunos ya murieron en los vagones del tren que los trajo a la estación de Anhalter, Berlín. Vienen de Polonia, Checoslovaquia, Hungría…. vagan de un lado a otro o se ocultan en las ruinas de la ciudad. La mayoría no tiene otra perspectiva que morir de hambre en el invierno europeo…son alemanes de Europa Central que a su regreso son rechazados por sus compatriotas. Es 1945.

Se expande un escenario de incertidumbres mientras se avivan las pugnas entre los sobrevivientes –culpas, responsabilidades, razones, fracasos- que motiva, una vez más, un repensarse y cuestionarse en un lenguaje de efervescencias que ya se había presentado durante el interludio de pax precaria entreguerras. Ciudadanos y ciudadanas, artistas plásticos, escritores, músicos, políticos reaccionan frente a la desolación, que requiere urgentemente un reordenamiento humano; un acogimiento al clamor de una voz que pide respuestas porque “la tierra entera es huella de vagabundaje”

En Chile, gracias a su lejanía, el oprobio se sintió menos; tal vez pudo notarse el efecto en el comercio local y en las importaciones o en el distanciamiento entre un arribo y otro de naves europeas a Valparaíso. Las voces de vencedores y vencidos no alteraban mayormente el sueño de nuestro país y aquella gran devastación era debida y escuetamente referida en las pautas de noticias internacionales, así como el detalle de invitados a un estreno en sociedad o matrimonio santiaguino y, desde luego, reflexiones de Alone sobre, por ejemplo, Paul Valery o Victoria Ocampo.

Sin embargo, aquí también hubo quiénes acusaron la dimensión monstruosa de esa guerra terminada por segunda vez; el relato monocorde del extermino sistemático y tecnificado en Mathausen, Bergen-Belsen, o Treblinka….. Hubo muchos chilenos, algunos de ellos agrupados en la denominada Alianza de Intelectuales, creada por Pablo Neruda, cuyo propósito era también acoger a los desterrados de España franquista. Hombres y mujeres chilenos, pensaron, trabajaron, repensaron desde su taller, mesa o lienzo, cómo, para nombrar algunos, Pedro Lobos, Stella Díaz Varín, Camilo Mori, Juvencio Valle, José Miguel Varas….y también Pablo de Rokha.

El poeta ya venía expresando la angustia del mundo desde su juventud, en el fértil período de la entreguerra, en su trinchera, cavada con su fuego personal y desesperado, “hallando el olor y sabor del dolor del mundo” , enfrentando la sinrazón de un orden donde impera el progreso y el cientifismo. Su lenguaje da cuenta de los tiempos que, de alguna manera, se reflejan también en Chile. Es, además, una voz que se adelanta a su época en 30 o más años; luchando para lograr derramarse en el entramado espiritual de su patria. Durante mucho tiempo fue poco comprendido y aceptado aún menos.

El hombre que se auto proclama “capitán de conciencias” o “patriarca cósmico” es un ser que con su vida “va arañando el dolor del Hombre y las entrañas de Dios con las uñas”. Por cierto, un Dios que no es tal, porque le “envenenó la alegría de la existencia” y cuya desidia parece burlarse de las desgracias del ser humano; él incluido.

Aquellas fotografías negro-grises de seres famélicos y enfermos que emprenden un retorno a su tierra, autorizados para refugiarse en ella sólo durante 24 horas, son el espejo no tan sólo del paso de una generación y la tragedia de un continente durante un período de la historia, sino también la entronización de un ser y estar en el mundo: fisurados y lacerados. Ello conmueve entrañablemente al poeta, reconociendo, tal vez, su propia desesperación y la desdicha del Hombre contemporáneo. He ahí, entonces, sus textos caóticos y fragmentados, desbordantes y repetitivos… atacados y alabados:

“…mis pantalones continúan la raya quebrada del siglo;
semejante a una inmensa oficina de notario,
poblada de aburrimiento,
la tinaja ciega de la voluntad llena de moscas.

“Un muerto errante llora debajo de mis canciones
deshabitadas.”

…”escucho la muerte roncando por debajo del
mundo
a la manera de las culebras, a la manera de las
escopetas apuntándonos a la cabeza, a la
manera
de Dios que no existió nunca.”

El poeta ruge en un juego de luces, contrastes y truenos, revelando una estética temeraria, alejada de los arneses tradicionales, que ensalza a “poetastros de salón recitando frente a gallinas perfumadas”. Es él quién “ plantea la pelea a su época, reflejándola”; una época de Eros y Tánatos, tal como muestran las imágenes en sepia de los desterrados errantes o el lienzo de Guernica, con sus mujeres hechas jirones de piel y espanto. El mundo es una máscara torva de una existencia que no cree en su propia salvación ni en un lugar en el futuro, pero quiere desesperadamente recomponerse, a través de un común, mutuo y renacido lenguaje.

Nuestra propia historia, aún reciente, ofrece una imagen similar, cuya bruma aún nos ciega y extravía.

Guardando las proporciones, en el Chile pre y post guerra había una descomposición similar. Desorientación e incertidumbre; el descontento ciudadano y sus tumultuosas manifestaciones – consolidadas gracias a las movilizaciones de las primeras luchas sindicales a partir 1918- los desaciertos económicos y desacuerdos políticos; las traiciones, los golpes de timón efectuados por gobiernos o caudillos; inflación, cesantía, bajos sueldos, pobreza…. hizo surgir en Pablo de Rokha una voz que buscaba rescatar la memoria individual y a la vez colectiva; un yo que “recuerda, añora, odia, ama, critica, nostalgia a través de su propia angustia frente a lo inexorable del tiempo, pero en el mismo gesto reconstruye su historia y la de la humanidad para poder seguir viviendo y proyectar las utopías del mañana”.(1)

Nuestro poeta habla, escribe, “canta” sobre esa realidad desde su remota y particular australidad latinoamericana que, a la vez refleja un clamor universal. Inevitablemente, es insistente: el caos y la fragmentación en sus versos y prosa; el tejido deshilvanado de ciertos textos; la repetición a ratos intolerable y agobiante para clavar y traspasar de una vez el corazón recogido en sí mismo.

“Qué persigue Ud., caballero?,….camina Ud., camina Ud. demasiado rápidamente hacia ninguna parte, hacia ninguna parte, hacia ninguna parte, hacia ninguna parte; poetas, comerciantes, suplementeros, rameras, invertidos, rameras, ¿qué significáis?, ¿qué?… ¿qué?… mendigo… no, tú ya eres algo, eres algo, mendigo, mendigo, porque tú, tú, tú jamás pretendiste orientar el universo andando, vais trashumantes máquinas sin sentido, y, ¿dónde, dónde radica vuestra razón de ser, vuestra razón de ser?…. (2)

El historiador británico Eric Hobsbawm, afirma que “la destrucción del pasado o más bien, de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX.” (3)

Pablo de Rokha, como un gran árbol hundiéndose a la orilla del Maule, intuye este fenómeno y lo deviene obsesión al dedicar casi toda su obra al clamor por la memoria que nace desde el ser; “cruce y puente de la crisis universal de su tiempo o de todos los tiempos, incluyendo el nuestro”: (4) Una memoria oscilante, lacerada entre el recuerdo y la incertidumbre. Entonces, como si abriese una ventana a su jardín privado, nos revela y canta las costumbres, dichos, y viñetas de su propio tiempo que la complicidad de la lectura deviene actuales; exquisitos, voluptuosos, sensuales bocados de palabras que son el lenguaje del cuerpo vivo, memoriado y sagrado de este, su país.

…”canto de las tinajas como húmedas de lágrimas de vino”…

….”Licantén se recuesta en la orilla del Mataquito contemplándose en su
agua enorme como pililo con las manos cargadas de castañas”…

(sobre su abuelo y, tal vez, sobre sí mismo…) “yo conocí varias de
estas almas auténticamente castellanas, raíz de místicos, de soldados, de
conquistadores, de poetas, almas aceradas, trágicas, almas exaltadas y de
una gran pureza aunque les posee la crueldad universal de los fanáticos,
más que la crueldad cerebral de los políticos”…

…”hundidos en la atmósfera espesa a fritanga, a sudor, a bestia a ají, a
chicha, a litriado, están los parroquianos consuetudinarios. No todos
son maleantes o criminales; hay atorrantes, bolseros, huachucheros,
logreros, vagabundos, afuerinos, chusconas, futres pobres, corteras,
sacristanes que devienen informantes, es decir, espías, policías, sablistas, matones y corchetes”…

…”la empanada fritita, picantita, picantoncita y la sopaipilla, que en el
tocino ardiente gimieron, se bendicen entre trago y trago”…. (4)

La afirmación de Eric Hobsbawm sobre la destrucción del pasado sigue ferozmente en pie. Este siglo se inició con muerte y destrucción, evaporando poblados y almas, memorias, historias. El horror se ha hecho cotidiano, cómodamente alcanzable “in situ” gracias a la fibra óptica, modificando nuestra perplejidad y nuestro lenguaje, devenido ínfimo. Las palabras se han contraído, en el absurdo y deformado en balbuceos desconexos de los slogans ideológicos y publicitarios o códigos de los medios al servicio del mercado omnívoro. Son los nuevos aparecidos- errantes sin memoria, el coro transitorio de este acto, surgido desde los escombros de la pre-post- modernidad.

En este progreso hacia el futuro, da la sensación de estar vislumbrando al homínido gutural y gesticulante que asecha desde su cueva.

Como pasó antes, en Chile se escuchan ecos de este oleaje que arrastra hacia alguna parte lo que aún recordamos.

Desde su desasosiego eterno, Pablo de Rokha ruge como un resplandor sobre la sombra:

“Esculpí el mito del mundo en las metáforas,
la imagen de los explotados y azotados de mi época y di vocabulario
al ser corriente sometido al infinito,
multitudes y muchedumbres al reflejar mi voz, su poesía, la poesía se
sublimó en expresión de todos los pueblos,
el anónimo y el decrépito y el expósito hablaron
su lengua
y emergió desde las bases la mitología general de Chile y el dolor colonial
enarbolando su ametralladora;
militante del lenguaje nuevo, contra el lenguaje viejo enfilo mi caballo;” …

Quisimos, porque necesitamos, rescatar desde el infinito, donde flota nuestro “patriarca cósmico”, algunos de sus grandes temas: el entrañable amor a su país; su valentía; la devoción y rigor por su oficio y su insobornable porfía.

Las opiniones desfavorables desde o hacia él, que tanto han magnificado otros, como si fuera su mérito más destacado, palidecen frente al caudal de reflexiones, anhelos, enseñanzas, angustias, alegrías y dolores que dejó en miles de páginas, como un profeta telúrico e iracundo.

Leerlo nos acerca más a nosotros mismos, a los nuestros; es un murmullo que, intuimos, es el lenguaje de un Chile oceánico, lacustre, volcánico, valiente, contradictorio, persistente, atrabiliario, pícaro, hipócrita, cansado, imaginario, amable y profundo.

“…si no fui más que un poeta con los brazos quebrados”…

Escrito por Neda Brkic
Valparaíso

Citas:

(1) Nain Nómez: Prólogo a Obras Inéditas de Pablo de Rokha, LOM Editores, 1999

(2) Pablo de Rokha; Epopeya del Fuego; ediciones Universidad de Santiago, 1995

(3) Eric Hobsbawm: Historia del Siglo XX; Grijalbo Mondadori, Buenos Aires, 1999

(4) Nain Nómez: Prólogo a: Obras Inéditas de Pablo de Rokha; LOM Editores, 1999



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