sábado, 4 de julio de 2009

Poemas de Boris Calderón

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Boris Calderón nace en San Bernardo el 12 de septiembre de 1934. Casi toda su vida se desarrolla en la comuna de Buin. Este poeta siempre estuvo preocupado por las clases más postergadas de la sociedad, es por ello que pertenece en sus primeros años a las Juventudes Comunistas. Fue gran amigo de Pablo de Rokha y su familia. Publicó "Estío en la materia" (1954), "El libro de los adioses" (1956) y "Canción para una niña llamada Francisca" (1959). Muere a la corta edad de 28 años, el 1 de mayo de 1962, producto de un tumor cerebral. Sus restos descansan en el cementerio de Buin.

Boris Calderón es sin duda un autor por descubrir, ajeno a las antologías o rescates y suele ser admirado sólo por quienes se zambullen en las letras sin prejuicios.



Obra.


"La luz está rota bajo mi piel"


A la sombra de los astros,

bajo los grandes leprosarios del invierno,

Me has esperado siempre

Desde que eres cruz de ébano.

Desorbitado de fantasmas, enloquecido,

Vago por túneles de cristal hacia los acantilados,

Te busco, para disolverme en tí como la música del

vicio

Quiero encontrarte gimiendo,

Antes que precipites el alba en la oquedad de mis fauces;

¿Dudas todavía ser flor de los abismos?

Pienso que seguirás siendo de ébano

Como cuando Dios convulso aulló: ¡Hágase la luz!

Debes ignorar que tras el horizonte

Hay una catástrofe de columnas y planetas enloquecidos,

Y que aún dista la selva de nelumbios.

¡Ay! amada, ¡Isla de Anémonas, Joya de Espanto!

¡Arroja sobre el océano tus cánticos de oro!

¡Desgarra mi corazón en el crepúsculo!

Toca tus ojos con el azufre de mis alas negras

Y verás revolcarse la tragedia del opio.

Allí, desesperados frente a la eternidad,

Solos frente a los mares de amatista,

Cuando se hunda el ocaso como una nave de espanto.

Pálidos y en silencio, enterraremos la belleza.


NO SONIDO DEL DELIRIO FANTASMA


Hacia dónde huimos, arrancándonos las carnes?

Acosados de tinieblas. Perseguidos.

¿Hacia dónde? Gris del ángel.

En el Más Allá tras el llanto de las hienas,

Con un junco de oro entre sus manos descarnadas

Dios sacude y abre para siempre

La eternidad de nuestros ataúdes.

¡Cómo te amo!

¡Cómo un tumulto de moscas afiebradas

Encienden mi delirio!

Más, ¡oh! Bellas esclavas de la noche,

¿Por qué habéis adornado mi frente lacerada

Con guirnaldas de serpiente?

¿Porqué, malditas?

La noche en ella se ha posado verde

Y me muerde su color sin límite,

Me enloquece su color caído,

Su verde devorado por la muerte.

Mientras, alejada, todo cambia, todo muere,

Tu diadema de crótalos,

Tus cristales enlodados y tu llanto.

Todo ha muerto, Deshojada, todo ha verde

Y caído para siempre en el sonido.


* De "El Canto de las Bocas Muertas", 1955 – Exaltación del Suicidio



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